Es la tercera vez que la llamo. No contesta-. Dice Enzo colocando su teléfono sobre la mesa.
— ¿Por qué carajos necesita otro trabajo?. Con el sueldo que va a cobrar en A.S. Enterprises le va a alcanzar para todos sus gastos y gustos —le comento a Enzo.
—Su papá necesita una operación y tú no la conoces, pero cuando ella quiere a alguien hace lo que tenga que hacer por esa persona, incluso si está fuera de su alcance. Yo le pregunté que necesitaba, pero la conozco y ella se vale por ella, no aceptó ninguna ayuda —responde Enzo.
—Oye tú —llamo a su amiga, ella me hace una seña de que me espere un momento. ¿Qué coño?, yo no espero por nadie, por mí hay que esperar—. Mueve el culo hasta aquí rápido o hablo con el dueño de este lugar para que te expulse.
Ella de mala gana viene hasta donde estamos.
—Vaya carisma que te montas. Y yo que quería que Keiri trabajara en tu empresa. Cuanto lo siento. Debe ser difícil aguantarte todo el día —replica ella.
—Te aseguro que preferirías trabajar conmigo y aguantarme todo el día que estar metida sirviendo mesitas aquí. Así que no te sientas la gran cosa.
—Dime que quieres no tengo todo el tiempo del mundo, como ves tengo que servir mesitas.
—Dime donde coño puede estar metida Keira.
— ¿Qué voy a saber yo?. Es mayor de edad hace lo que quiera —La miro con una cara como si quisiera asesinarla—. ¡¿Qué?! —suelta al ver como la miro—. Ahora mismo podría estar en unos cuantos lugares.
—Eres su mejor amiga, ¿verdad?, entonces debes saber. Y más vale que me lo digas ya por qué la paciencia no es mi fuerte.
No dice nada.
—Tú lo decidiste. Hablaré con tu jefe —me levanto de la silla.
—En la playa. Ahí debe estar -responde ella.
—Muy bien, pero ya es demasiado tarde. Me hiciste perder el tiempo.
Me acerco a otra camarera. Y le pregunto por su jefe.
—Al final de ese pasillo a la izquierda. Es su oficina.
Asiento con la cabeza.
Toco la puerta.
—Adelante —comenta el hombre. Cuando me ve se levanta de su silla—. Señor Stone —me extiende la mano, le devuelvo el saludo. No sé quién es. Yo este lugar no lo frecuento nunca.
—Verá...
—Llámeme Hugo y por favor siéntese —me señala una silla.
—Hugo, ocurre un problema y usted tiene la solución. Su empleada —trato de recordar el nombre, Alana, Alina—. Andrea ¿no?, —pregunto a lo que él asiente— habló con usted para que su amiga trabajara aquí. Usted ya dijo que sí, pero si está dentro de sus posibilidades cambiará de parecer.
—No creo que haya problema con eso. No necesito a otra empleada, la verdad con las que laboran es suficiente, pero Andrea es mi empleada de hace mucho y me lo pidió como un favor, por tal motivo fue que acepté. Si quieres le digo a Andrea que no puedo permitirme pagarle a otra empleada porque ya son suficientes.
—Muy bien Hugo. Es exactamente lo que quiero —me levanto de la silla y le extiendo la mano—. Buen lugar, vendré más seguido.
—Gracias, señor.
Salgo de su oficina y me encuentro con Enzo y Andrea.
—Andrea. Hablemos en mi oficina —le dice Hugo.
Su cara es un poema, algo me hace gracia.
—Bravo Aiden —me dice ella—. Eres un tío genial.
Yo le sonrío.
—Aiden ¿Qué derecho tienes para actuar así? —me dice Enzo.
Comprobando la actitud de él con mi secretaria y la que ha tenido con Andrea, deduzco que esta chica le importa.
—Tu tranquilo —le doy una palmada en el brazo—. Me voy, tengo cosas que hacer.
Ahora iré a esa maldita playa a buscarla.
Esa chica es mía. A partir de ahora nadie la toca, nadie la mira. Desde que la vi en plena entrada de la empresa, gritando a todo pulmón con ese estilo de ropa que le queda tan bien y que me la pone tan dura como nadie. Sin miedo a nada, ni a nadie, sin titubear y sin importarle lo que hiciera o pensara el señor Stone.
Minutos después estoy caminando por la arena. A lo lejos se ve a alguien sentado en la orilla. Me acerco aún más. Tiene que ser ella la única loca que se sienta a esta hora a la orilla de la playa.
—Buckett —la llamo cuando estoy frente a ella. Da un brinco.
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Inmune a sentir [Inmunes 1]
Romance... Aún siento su mirada intensa sobre cada paso que daba. No sé cómo mi cuerpo respondió tan bien. El corazón se me aceleraba y las piernas no andaban tan firmes, a decir verdad, caminaba por pura inercia. Solo lo miré tres segundos pero me bastaro...