•Capítulo 25. Keira•

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Me levanto en la mañana, Aiden no está. Era obvio.

Voy al baño y me doy una ducha de media hora. Salgo del baño envuelta en un toalla y me paro frente al espejo a secar mi cabello.

Voy a la maleta dispuesta a elegir algo cómodo. No sé quién pudo hacerla solo sé que pensó en mí. Aparte de vestidos, zapatos espectaculares y ropa interior de encaje, hay ropa deportiva y cómoda.

Opto por un jeans blanco rasgado con un pulover corto y un par de zapatillas en negro.

—Completo —digo frente al espejo.
Cuando salgo de la habitación me encuentro con Aiden saliendo de la suya.

—Cariño, —le digo irónica —tenías bastante prisa por salir de mi habitación.

—No exactamente cariño —emplea mi tono— pero pensé que preferirías mantenernos como estábamos.

—Para la próxima decide por tí, no por mí —expreso.

Caminamos hacia el restaurante del hotel.

—Buenos días —digo mientras me siento en la mesa con los chicos.

Andrea está con gafas y eso solo significa que la cruda la está matando.

—Andrea, ¿la fiesta estuvo en grande? —pegunto.

—Esta mujer no tiene frenos —dice Liam—. Es loca hasta decir basta.

—Y ustedes son unos pasmados —le responde Andrea.

—¡Auch! Heristes mis sentimientos —expone divertido Dylan.

—Bonjour —saluda el camarero.
Aiden mira la carta y pide:

—Croque- monsieur.

El camarero asiente y se marcha. Tiempo después estamos disfrutando de nuestro sandwich de jamón y queso horneado.

Terminamos con el desayuno y alcanzamos al guía al frente del edificio.

—Buenos días —saluda, recibiendo nuestro saludo—. Hoy los llevaré a tres lugares: La Catedral de Notre-Dame, el Palacio de Versalles y el puente Alejandro III.

—Nos fuimos —grita Andrea.

—Ni la cruda te detiene —le dice Dylan.

—No cariño, a mí no me detiene nada —responde ella.

Tomamos un bus, que es el medio más rápido en llegar.

Como el día anterior el guía hace una breve reseña.

—La Catedral de Notre-Dame es la iglesia más conocida de París, sin duda alguna. La construcción se llevó a cabo entre los siglos 12 y 14, de 1163 a 1345.

La iglesia era impresionante. Está bordeada por el Sena y tiene jardines por delante y por detrás. Por el lateral se destaca la expresividad de sus célebres gárgolas y por la parte tracera altas agujas que coronan su tejado. Por dentro es aún igual de bonita, su altar es inmenso. Pudimos observar también un museo con un tesoro en su sacristía.

Terminamos el tour por la catedral y continuamos a nuestra próxima visita, el Palacio de Versalles.

El guía nos da otra reseña.

El Palacio tiene infinidad de estancias con riquezas artísticas, entre ellas la enorme capilla y los aposentos del rey y la reina, que poseen gran cantidad de elementos decorativos. Cuenta también con una enorme sala, conocida como la Galería de los Espejos.

Los Jardines de Versalles son aún más hermosos. Tiene variedad de plantas y todo tipo de árboles, además de gran cantidad de estatuas de mármol, estanques y fuentes. Nos montamos en un trencito que recorre todo el jardín, es inmenso, la verdad. Vimos el Gran Trianón, un pequeño palacio de mármol rosa y el Dominio de María Antonieta, lugar en el que la esposa de Luis XVI disfrutaba de una vida sencilla y campestre.

Por último visitamos el Puente Alejandro III.

—Este puente es el más bonito de todos los puentes parisinos —comenta el guía.

Y tiene muchísima razón. Está formado por un solo arco de acero. Lo más espectacular de su decoración son las cuatro columnas, con caballos alados dorados en la parte superior, que se encuentran situadas en el extremo. Preciosos candelabros negros, querubines y otros elementos decorativos convierten el puente en una decoración de ensueño.
Como el día anterior vamos a degustar algún plato. Esta vez elegimos el barrio Montmartre, específicamente el restaurante Le Cabanon de la Butte. Aquí tuvimos el placer de probar deliciosos platillos como Foie Gras. Me aprendí el nombre porque este era sencillo.
Luego recorrimos algunas calles comerciales como los Campos Elíseos y el Rue Royale.

En el cierre de nuestro último día en París no podía faltar la fiesta, así que fuimos al bar Danico.

En el interior del bar hay sillones de terciopelo verde, una barra de mármol Chevron y un papel pintado a medida inspirado en la tinta del tatuador francés SupaKitch.

Nos sentamos en uno de los sillones. Aiden junto con los otros chicos van a buscar bebidas.

Aiden no regresó con los chicos. Desde aquí podía observarlo hablando con una chica. Ella estaba muy coqueta y él daba pie a eso.

No pienso calentarme la cabeza con eso ahora. Trato de concentrarme en la conversación que tienen los chicos pero al final es inútil, vuelvo a mirar hacia ahí. Ya están sentados compartiendo en la barra.

No sé porque me asombra, él siempre hace lo mismo. Cada vez que estamos bien, el lo jode con algo.

—Estoy muy cansada, me marcho —le digo a los chicos.

—¿Quieres que te acompañe? —inquiere Andrea.

—No Andrea, tranquila. Voy a descansar.

Me despido de ellos y camino hasta la salida del club. Mi mirada se encuentra con la de Aiden, pero trato de ignorarlo. Aunque debería quedarme ahí y demostrarle que no me importa, no puedo, porque si me importa él y mucho.

Cojo un taxi y minutos después estoy entrando al hotel.Entro en la habitación y me tumbo sobre la cama. Tengo la esperanza que venga atrás de mí.

Pasan alrededor de una hora y Aiden no se aparece. Sea lo que sea que haga al parecer va en serio.

Me levanto de la cama y me meto en la bañera. Pongo música desde mi celular.

Aiden se ha convertido en mi adicción pero también en un dolor de cabeza en mi vida. Verlo con otra chica me provoca unos celos terribles, antes no sabía que era eso pero con él los he sentido más de una vez.

Después de un rato de relajación profunda y de autocompasión conmigo misma por lo estúpida que soy, me tiro sobre la cama.

Me acomodo bien, coloco la otra almohada entre mis piernas. Intento dormir, no logro conciliar el sueño.

Inmune a sentir [Inmunes 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora