•Capítulo 13. Aiden•

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Es lo mejor de mi puta vida. Nunca he visto más allá de mi placer, pero he disfrutado como nunca verla correrse en mi mano, oyendo cada gemido que salía de su boca, sintiendo su respiración agitada. Ella es mía y pienso recordárselo cada vez que quiera.

Joder.

No seré capaz de amarla como ella quisiera pero le entregaré un mundo de placer. Soy un puto egoísta pero me importa una mierda. Ella es mía.
Salgo del ascensor y ahí está. Me tomo cinco minutos observándola. Su cabeza se encuentra sobre sus brazos cruzados en la mesa.

— ¿Que mierda has hecho Keira? —murmura.

El teléfono comienza a sonar y un suspiro brusco se escapa de su boca.

—Empresa A.S Enterprise —contesta.
Comienzo a andar hasta mi oficina.

—Un momento señorita —dice. Pone su mano sobre el teléfono.

—Señor la secretaria del señor Jones pide una cita para su jefe a las dos.
Dylan no tiene más nada que hacer.

—Dile que le diga a su jefe que se vaya a la mierda que no estoy de humor.
Ella frunce el ceño.

—Señorita, el señor Stone no puede atenderlo hoy.

Sonrío. Aunque esté pasando por un mal momento no es capaz de coger su rabia contra otra persona.

Entro en mi oficina. Reviso el resultado del inventario que ordené que estuviera en mi mesa a primera hora.

Se que Dylan llegará en cualquier momento. Lo conozco muy bien. No quiero que se acerque a Keira. Lo último que me gustaría ahora es ver como mi otro amigo se la come con la mirada.

—Buckett mueve tu culo hasta aquí —le ordeno por el interlocutor.
Toca la puerta. Le doy el paso. No la miro. No quiero verla. Esta chica puede convertirse en mi talón de Aquiles. Aunque soy demasiado orgulloso como para que alguien se de cuenta y mucho menos ella.

—Dime —espera a que le de la orden.

—Buckett —la miro fijo a los ojos. Ella retiene la mirada—. Concidero que sigo siendo el señor Stone, tu jefe. Que te haya hecho venir no te da derecho a hablarme como quieras. Está claro.

Se cuanto le ha dolido escuchar eso, a mi también decírselo. Ahora mismo se maldice por dentro por haber dejado que la tocara, lo noto en su cara. Sin saber que me ha brindado sensaciones hoy, que no había tenido nunca.

—Que necesita señor —dice.

—Dos cosas importantes que tienes que saber. A primera hora cada vez que yo entre por esa puerta tu me actualizarás la agenda del día. El café bien fuerte en las mañanas no se te puede olvidar, así como tampoco el de después de la hora de almuerzo. Esta oficina debe estar impecable siempre. Mucha organización. No soporto el desorden.

—Muy bien señor. Algo más. —Abre sus manos.

—Ahora ve con Abby, que te muestre cada espacio de esta empresa y que te explique como funciona tu trabajo. No pienso perder tiempo en eso.

—Como ordene —coloca su mano sobre la frente—, el señor Stone —articula esas dos últimas palabras.
Da media vuelta dispuesta a marcharse.

—Todavía no he dicho que puedes irte —detiene su paso y voltea hacia mi. Cruza sus manos y el pie izquierdo lo coloca un poco más adelante que el derecho. Ahora mismo está cabreada—. Cuando termines con Abby, márchate. Necesitas cambiar tu estilo de ropa o no te permitiré trabajar aquí hasta que aprendas a obedecer.

Rodea sus ojos y se marcha.
No ha pasado más de cinco puntos minutos cuando Dylan entra en mi oficina.

—Creo que te enseñaron a tocar las puertas antes de entrar —este es mi saludo.

Inmune a sentir [Inmunes 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora