•Capítulo 30. Keira•

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El ruido de la puerta principal me despierta.

—Keira, levanta. No dejaré que te hundas en un mar de lágrimas —comenta mi amigo mientras retira la colcha con la que me tapaba hasta la cabeza.

—Déjame dormir un poco más Enzo —cojo la otra almohada y la coloco sobre mi cabeza—. Solo un poco.

—Vienes de visita a Nueva York y no piensas conocerla.

—En otra ocasión será.

—Anda Keira levántate ya —me quita la almohada y comienza a darme con ella.  Algo que hacíamos en la prepa.

—Enzo ya no eres un niño —el ignora lo que digo y sigue con su guerra de almohadas en mi cabeza. Me levanto como resorte de la cama y levanto las manos a modo de tregua—. Esta bien.

—Apresúrate. Te espero a abajo —pero cuando va a salir de la habitación regresa—. ¡Ah! importante, ponte guapa —me señala una caja ridículamente grande.

Yo le dedico mi peor mohín.

Entro al baño y me doy una ducha. Cepillo mis dientes.

Abro esa caja que había dejado Enzo sobre el sofá. Un vestido hermosísimo se encuentra en ella. Parece de cuentos de princesas, algo que no combina conmigo. Pero igual me lo pongo. Creo que basta de andar sufriendo, hoy voy a salir y olvidarme hasta de mi nombre si es preciso. Es de color rojo marrón, de largo hasta cuatro dedos antes de las rodillas, de tope, bastante ajustado y tiene una apertura en cada muslo hasta el final del vestido, lo que hace que mis piernas queden al descubierto. Más abajo hay unas sandalias con tacón exagerado y un poco más, una funda con unos pendientes dorados, una gargantilla y una pulsera a juego.

Me observo en el espejo. Hermosa sí, pero no parezco yo. Pienso reiteradamente en cambiar el vestido por unos jeans pero al final opto por el vestido. A veces es bueno salir de la zona de confort.

Recojo mi pelo castaño en una coleta bastante alta. Aplico un poco de rimel en las pestañas y un tono rojo marrón en mis labios. No sé por qué Enzo tiene maquillaje aquí.

Aplico un poco de loción.

—Lista —digo mientras me dedico una última mirada en el espejo.

Cojo el diminuto bolso dorado donde solamente cabe el teléfono y salgo a buscar a Enzo.

Llego a la sala y no lo encuentro.
Keira te espero en Betty's Catering, te llamé a un taxi.

Genial ahora tengo que irme sola.

Treinta minutos después estoy entrando al local

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Treinta minutos después estoy entrando al local.

Todo está decorado en blanco. Hay unas lámparas preciosas que cuelgan de la pared. Las pocas personas que se encuentran ahí llevan máscaras. Todos vestidos de blanco menos yo, algo muy curioso. Me observan, seguro es porque no llevo máscara. Frente a todas las personas hay una silla magestuosa dorada. En el techo, sobre las sillas, caen hacia el suelo unas sábanas muy finas de color blanco. Busco a Enzo y no lo veo.
Dios. Será que me he equivocado de sitio.

Inmune a sentir [Inmunes 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora