•Capítulo 23. Keira•

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No he dormido mucho realmente, la operación de mi padre y mi discusión con Aiden, afloran en mi cabeza.

Todo estaba yendo bien con Aiden, pensé que tal vez la vida nos diera una oportunidad de estar juntos.
Me equivoqué y me equivoco cada día al acercarme más a él. Es algo que no controlo, que sale de mis manos, lo comencé a querer sin querer y ahora se me ha metido en cada parte de mi ser.

Cada beso, cada caricia, cada mirada, es como si todas las sensaciones del mundo se resumieran en eso.

Algunas personas dicen te amo, van al cine, gritan a los cuatro vientos cuanto se quieren, duermen abrazados en la noche. Pero nada de eso me importa, un amor de películas no quiero. Demostramos lo que sentimos tocándonos, mirándonos. Sabemos lo que queremos sin hablar. Yo no necesito que mi vida sea una telenovela romántica, necesito que sea real.

Después de un baño durante aproximadamente media hora, cepillo mi cabello y lo dejo suelto, aún está mojado. Voy al armario y elijo un mono de pantalón con la parte arriba de tope y me pongo mis tenis blancos. Un poco de perfume y ya está. Directo al hospital Zuckerberg, allí será la operación de mi padre.

Llego al hospital y allí estaban mis padres con el médico. Me apresuro un poco al ver que ya va a entrar al salón.

—Papá —hablo alto para que me escuche.

Ellos se detienen.

—Papá todo saldrá bien —le beso en la frente—. Aquí te estaremos esperando.

Él sonríe.

—Ustedes son las que tienen que estar tranquilas —nos dice—. Nos veremos en horas.

Y así se marcha con el médico.
Mamá y yo nos sentamos en unas sillas a esperar.

—Keirí, ¿ya lo están operando? —pregunta Andrea al vernos.

—Ahora mismo entró al salón —informo.

—Saldrá bien, él es fuerte —dice mi madre.

—Sí mamá, lo es.

—Disculpen mi demora, es que terminé de hacer algunas tareas para la escuela en la tarde —Gabriela llega hasta nosotras y nos saluda.

—Está bien Gabi, nosotras hemos acabado de llegar. Hace solo minutos entró al salón.

El teléfono de ella suena.

—Disculpen —atiende el teléfono—. Dime.

Lo que la otra persona habla no se escucha. Lo único que oigo es a Gabi decir:

—Acaba de entrar al salón. Sí, esta bien, yo te digo.

Gabi cuelga el teléfono y se sienta al lado de Andrea.

—Era Aiden —dice al fin.

Yo no digo nada, no sé que decir. Ayer discutimos, lo traté mal y que él hoy esté al pendiente me resulta agradable.

Aunque sienta cosas por él, que no puedo negar, me mantengo en la misma posición de ayer, él no puede disponer de mi vida cuando desee.

—No veo a Aiden como un mal hombre. Tal me equivoque, pero mi intuición no falla —comenta mi madre.

—Mamá, no sé qué decirte. Aiden tiene cosas muy buenas pero hay una parte de él que lo tiene totalmente esclavizado a la personalidad que se ha montado durante tantos años. De todo corazón, te digo, ojalá que tu intuición no falle.

Al cabo de una hora y media, estaba de los nervios. Caminaba de un lado a otro. Muchas personas me miraban y me tomaban como loca, en realidad me importaba poco, estaba nerviosa y necesitaba soltar energía.

Inmune a sentir [Inmunes 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora