•Capítulo 22. Aiden•

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Me levanto temprano y salgo a mi maratón diario. El sol todavía no ilumina a San Francisco. Las calles están aún desoladas.

Mi mente juega una mala pasada. Recuerdo a Keira Buckett, mi hermosa chica, la protagonista de mi vida, desde ese preciso momento en que mis ojos la vieron en el club. La encuentro tan perfecta, tan hecha a mi medida, tan adorable y loca, tan divertida, tan extraordinaria. Sus ojos, su pelo, su boca, su sonrisa perfecta, sus manos, sus piernas, su olor...es como la creación más perfecta que haya visto.

He visitado montones de lugares, cientos de paisajes y ninguno ha dejado más impresión en mí que ella. Lo tiene todo. Soy un idiota, sí, por tenerla tan cerca y a la vez alejarla, por no darle todo lo que quiero, lo que quiere y lo que necesitamos, por no arriesgarme a amarla como se merece y como se me antoja, por ser tan egoísta de recorrer su cuerpo y no tocar su corazón, sé que soy un punto egoísta pero con mucha suerte.

Por primera vez en la vida comencé a sentir, por primera vez vi más allá de mi disfrute, más allá de mis gustos, más allá de mi egoísmo y arrogancia, por primera vez toqué el cuerpo de una mujer como si fuera sagrado, antes solo era un puto juego, por primera vez dormí con una mujer, por primera vez dejé el control teniendo sexo y fue una puta locura, por primera vez sentí el cielo en mis manos...

La quiero joder, la quiero. Por eso no me permito estar separado de ella, por eso a veces siento miedos terribles que no había sentido nunca, por eso la tengo en suspenso, sin decidirme a dar ningún paso.

Regreso a mi casa cuando los rayos del sol ya se reflejaban en mí.

Me doy una ducha y me cubro con una toalla. Suena el timbre. Camino hasta la puerta y antes de llegar vuelve a sonar el timbre.

—Voy, joder —respondo.

—Hoy amanecimos con buen humor —dice esa voz que conozco muy bien, al otro lado de la puerta.

Abro la puerta. Ella sonríe tonta al verme.

—Piensas quedarte ahí todo el día —le digo.

—Creo que sí, no voy a encontrar ninguna vista más espectacular —expresa extendiendo la última palabra en sílabas.

Está hermosa. Su pelo recogido en una trenza y flequillos que caen sobre su cara. Tiene un vestido deportivo ajustado con un par de tenis.
Entra a la casa.

—Gabriela llegará pronto, así que vístete —sonó como una orden.

—¿Buckett me estás dando alguna orden tú? —le reto—. Te recuerdo que puedo desnudarte ahí y follarte, mi hermana que espere.

—Lo sé cariño y no puedo negarte las ganas que despertaste en mí, pero no. Anda ve y vístete.

—Buckett...—el timbre de la puerta lo interrumpe.

—Yo abro —asegura ella caminando hasta la puerta.

Entro en mi habitación elijo uno de mis trajes negros. Desabrocho los dos primeros botones de la camisa blanca. Me coloco la chaqueta negra y opto por no ponerme corbata. Me siento en la cama y me pongo los zapatos. Un poco de perfume y salgo a la sala.

—Sauvage de Christian Dior —comenta Gabriela en referencia al perfume— Una pasada.

—Que gusto más extraordinario tengo ¿verdad? —expongo arrogante.

—Depende a que te refieras —responde Keira—. En ciertas cosas, sí, te afirmo.

La fulmino con la mirada. Estás provocándome Buckett y lo estás disfrutando.

Pasamos a buscar a Andrea y vamos a casa de los padres de Keira.

—Mi niña preciosa —la saluda su madre cariñosa.

Inmune a sentir [Inmunes 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora