—Papá —le doy un beso— ¿Qué estás haciendo?.
—Leyendo. Es mi nuevo pasatiempo, si no logro concentrarme en algo, terminaré volviéndome loco aquí.
—Papá entiende que no puedes trabajar hasta que te operen y eso no tardará mucho porque nosotras haremos lo posible e imposible para que sea ya.
—Ese es el problema, que soy yo el que debe cuidar de ustedes, no ustedes a mí.
—Ya nos has dado tu vida —lo abrazo. Intentando tranquilizar esas inmensas ganas que tiene de no sentirse una carga.
—Guillen, tu hija ya consiguió un nuevo trabajo —le comenta mi madre.
—Estoy orgulloso de ti mi niña.
—Lo sé papá —le beso en la cabeza—. Lo sé.
—Tengo que irme, vi a ver a Enzo hoy. Iremos a comer.
Mis padres conocieron a Enzo.
Enzo era un chico de estos con dinero que no tenía ni idea de lo que eran las cosas de las personas que vivían modestamente. A pesar de que tenía mucho dinero no fue la preparatoria que debería o la que podía costearse. Gracias a su madre, que, pretendía que su hijo se educara con personas humildes, para que aprendiera a no creerse más que nadie.
En ese momento, yo era bastante solitaria. Me sentaba cerca de un árbol en el recreo a leer o simplemente a pensar. La verdad es que no tenía amigas y sinceramente, eso de sentarnos en un banco a mirar al amor imposible y pasarse horas hablando de él, no era lo mío, y era lo que hacían cada día las chicas de mi edad. Un día, Enzo ocupa lugar a mi lado, huyendo de las burlas de algunos chicos, que lo observaban como cosa rara. Evidentemente, no tenía los mismos hábitos que nosotros.
A partir de ese momento, empezamos a conversar cada día, hasta que ser simples conocidos se convirtió en grandes amigos. Llegaba a mi casa, trataba con mis padres, incluso se quedaba a comer. Enzo dejó de ser el chico pijo, que era.
—¿Si? —inquiere mi madre emocionada—. ¿Cómo está?
—Bien, ahora es un hombre de negocios —contesto mientras camino hacia la salida.
—Adiós mi niña, cuídate mucho y dale nuestro saludo a Enzo.

Cojo mi móvil y le mando un WhatsApp a Andrea.
Llámame en cuanto leas esto.
Ella rápidamente me devuelve la llamada.—Dime Keiri, ¿Qué te pasa? —está preocupada, lo noto en su voz.
—Necesito que hablemos. ¿Estás en Upcide?
—Sí, aquí estoy.
—Muy bien. Llego en unos minutos.
Termino de hablar con Andrea y le mando un mensaje a Enzo.
Cambio de planes, te espero en Upcide.
Llego minutos después al gastropub donde trabaja Andrea. Me siento en una mesa, cerca de un ventanal. Estoy perdida mirando por la ventana que no escucho cuando mi amiga se sienta al frente.
—Anda, suéltalo ya —comenta sulfurada ella.
—Necesito que hables con tu jefe para trabajar aquí.
Sé que no lo tendré fácil, pero por mis padres hago lo que sea.
—¿Qué? —grita mi amiga. Su chillido es sofocante—. Estás loca o volviste a montar un espectáculo en la empresa de tu queridísimo señor Stone.
ESTÁS LEYENDO
Inmune a sentir [Inmunes 1]
Romance... Aún siento su mirada intensa sobre cada paso que daba. No sé cómo mi cuerpo respondió tan bien. El corazón se me aceleraba y las piernas no andaban tan firmes, a decir verdad, caminaba por pura inercia. Solo lo miré tres segundos pero me bastaro...