Capítulo 19, Óxido

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Había acabado en el coche con Kuro y Luciano, tan solo habían parado en la casa una hora para llevar comida y cambiarse de ropa, al parecer sus recuerdos eran una de las prioridades, incluso mayores que las de descansar, aunque, viajar si los estaban buscando podría ser lo más adecuado, pese a que apenas habían encontrado nada en aquel almacén abandonado, había recordado algunas cosas, eso era lo importante, aunque ahora estaba aún más confundida que antes.

Quería saber quiénes eran los que la habían... creado, no tenía padres, aquello no podía volverse más extraño, más salido de una película de ciencia ficción que real o simplemente, creíble. De todos modos, el ambiente en el coche era... tenso, Kuro no había abierto la boca en todo el camino, iba jugando con una pequeña consola portátil de color negro, con unos cascos del mismo color, completamente ajeno a lo demás, parecía más un adolescente aburrido al que habían obligado a ir que un aliado.

En cuanto a Luciano, iba centrado en el volante, murmurando cosas en su lengua de vez en cuando, Aaralyn por otra parte, dado el silencio sepulcral del vehículo, acabó por quedarse mirando el paisaje a través de su ventanilla, intentando entretenerse con algo, pasaron por varias zonas boscosas, otras de prados, e incluso zonas llenas de flores, en particular tulipanes, de una gran gama de colores, aquellos prados de flores parecían arcoíris terrestres.

Lo peor es que no sabía a dónde iban, y preguntárselo a esos dos... imposible, lo extraño era que Lutz no hubiera venido, porque no podía estar dentro del maletero... ¿no? Más que nada por el hecho de que se escuchaba algún golpe proveniente del mismo, nada de gritos, teniendo en cuenta el carácter de Lutz, y que nadie iba a hacerle caso si gritaba, quizás estaba allí, sufriendo en cada curva.

—¿Falta mucho para llegar? —preguntó finalmente el asiático desde el asiento trasero, quitándose uno de los cascos con aire aburrido, a veces parecía mentira que tuvieran todos esos años que un país se suponía que tenía, quizás simplemente había gente que no maduraba, o los propios adolescentes o niños que vivían en ellos los mantenían de esa forma.

—Una hora, quizás va siendo hora de abrir el maletero —respondió Luciano abriendo un mapa de una forma un tanto peligrosa teniendo en cuenta que seguía conduciendo.

—No pienso compartir asiento con él, la última vez casi me vomita encima —replicó el japonés volviendo a ponerse los cascos, retomando su partida.

—Teniendo en cuenta todo lo que le obligamos a comer aquella vez fue increíble que no lo hiciera —dijo el italiano para sí con una leve sonrisa, más que estar compadeciéndose de él estaba simplemente admitiendo que eran... bueno, unos cabrones.

Sin que los golpes del maletero dejaran de escucharse, sobre todo en las curvas, llegaron a su destino, un viejo hotel enorme que parecía salido de una película de terror, hasta unos cuervos fueron amables de añadir música al ambiente con sus graznidos, posados en las oxidadas verjas de metal, teniendo en cuenta todo lo que habían tardado en llegar ya era de noche, y... quedarse en ese siniestro lugar a pasarla no parecía muy buena idea.

Luciano salió del coche tras bostezar, abriendo el maletero del que salió rodando Lutz, cayendo de forma pesada al suelo, Kuro, a pocos pasos aún cerrando la puerta por la que acababa de salir sonrió complacido, al parecer tanto a él como a Luciano les encantaba meterse con el alemán, sentía un poco de lástima por él, pese a lo poco que habían conversado y, en lo que se habían centrado esos intercambios de palabras.

—¿Vamos a pasar la noche ahí dentro? —preguntó Lyn mirando principalmente a Luciano y Kuro, Lutz seguía intentando levantarse, parecía bastante... mareado.

—Es un hotel, ¿dónde quieres dormir si no? —inquirió el italiano tranquilamente, como si estuviera diciendo lo más lógico del mundo, apartándose de Lutz.

¿Amor o tortura? (2P!Axis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora