Capítulo 26, Una última encrucijada

666 74 39
                                    

—¿Realmente no sabes a donde ha ido Luciano? —inquirió rompiendo el silencio en el pasillo, quedaba una última puerta que temía abrir sin la presencia del italiano.

El alemán comenzó a negar con la cabeza, parando repentinamente y señalando al final del pasillo, en el que se encontraba una figura vestida de uniforme, Luciano, adivinó Aaralyn a medida que se fue acercando, esperaba que estuviese de mejor humor, aunque con él, era una lotería.

Ragazza, ¿habéis acabado ya aquí? —inquirió el italiano, parecía bastante cansado, tenía el uniforme gastado en varias partes y manchado de sangre en otras, como si hubiera estado peleándose con algún tipo de bestia o directamente hubiera acabado en el interior de una picadora.

Aaralyn señaló a la puerta a modo de respuesta, la última que podía abrirse.

—Tenemos que irnos, algo no nos quiere aquí, no hay tiempo —advirtió el italiano, daba la impresión de que estaba diciendo la verdad, más con su aspecto.

—La última, y nos iremos —prometió la chica acercándose a la puerta, Luciano había tenido un extraño cambio de actitud mientras había estado con Kuro y Marcello, tenía curiosidad por saber lo que habían encontrado como para querer irse repentinamente.

Abrió la puerta, sin saber muy bien lo que se encontraría al otro lado, era una lotería de lo más extraña, que al menos se había visto reducida mágicamente durante la noche... a menos que Luciano hubiera entrado en ellas mientras dormía, le dirigió una mirada antes de pasar al otro lado de la misma.

El lugar era un extraña plazoleta entre varios edificios, lejos se veía un enorme árbol que duplicaba la altura de las construcciones, completamente lleno de flores de todo tipo de especies vegetales.

Miró a su alrededor, la gente caminaba perdida en sus pensamientos, no parecía ser un lugar importante para sus recuerdos, ¿todo acabaría sin resolverse? Continuó observando, buscando alguna pista, hasta que finalmente vio a un chico muy pálido, de estatura reducida y pelo rubio rojizo, tenía los ojos cerrados y estaba completamente parado en el centro de la plazoleta, a unos cien metros.

Era complicado verlo, al ser tan pequeño cualquiera lo hubiera simplemente obviado, sin prestarle atención, pero la gente lo rodeaba instintivamente, nadie llegaba a rozarle siquiera, su ropa era sencilla, unos vaqueros, una chaqueta gris abierta con capucha y una camisa azul cielo por debajo.

Que la multitud no tocara al niño no quería decir que hicieran lo mismo con Aaralyn, la chica estuvo a punto de caerse en varias ocasiones, llegando finalmente a su lado.

—¿Hola? —preguntó no muy convencida, el niño abrió los ojos, eran de un castaño rojizo, o quizás de un rojo castaño, el tipo de color que nadie se espera ver en los ojos de alguien, y menos de un niño.

—¿Esto es tuyo? —inquirió el chico alzando la mano derecha y mostrando una pequeña llave dorada.

—Puede que lo sea —replicó Aaralyn mirando a la llave y sintiendo el peso de su colgante por unos instantes, seguía estando allí después de todo, sentía algo a través de él, preocupación, miedo y algo que no conseguía identificar, miró hacia la puerta por la que había venido, seguía estando abierta, Luciano la observaba al otro lado, esperando pacientemente.

—Tengo que seguir mi camino, Noir me espera, ten cuidado o puede que acabes muerta, o algo peor —advirtió el niño, depositando la llave en la mano de la joven y desapareciendo entre la multitud como si se tratara de algún tipo de fantasma.

Se dio la vuelta, todos habían comenzado a advertirle, ¿qué abría aquella llave? No quedaban puertas ya, sus opciones se habían acabado, solo quedaba volver a "casa". Un lugar que no era realmente su hogar y probablemente no lo sería nunca.

¿Amor o tortura? (2P!Axis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora