Capítulo 20, Puertas [Maratón 1/3]

570 70 12
                                    

Los pasillos estaban igual de maltratados que el hall por el que habían entrado, ya no escuchaba los pasos de Luciano y Lutz, estaba completamente a solas con el japonés inexpresivo, su suerte era genial sin duda, rodó los ojos y se centró en la espalda de Kuro, era más bajo que Luciano, prácticamente de la misma altura que ella, teniendo en cuenta su arrogancia le parecía un chihuahua que siempre estaba de mal humor.

Teniendo en cuenta que parecía odiarla, habiendo intentado matarla cada vez que se habían visto, no podía tener nada bueno en mente al decirle que lo acompañara. Él volvió a darse la vuelta, mirándola con aquellos extraños ojos carmesíes.

—No tienes que quedarte rezagada como un pato —dijo con una voz fría, con un deje de sarcasmo.

—¿Pato? —preguntó pensando en el cambio de actitud del japonés, quizás intentaba molestar al italiano—, no me gustaría tocarte accidentalmente y morir por ello.

La leve sonrisa que le dedicó Kuro al acabar de hablar le puso la carne de gallina, probablemente por el hecho de que nunca sonriera, excepto cuando le ocurría algo malo a alguien y él era el causante claro.

Iba a seguir andando cuando escuchó agua a su derecha, parecía provenir del otro lado de la puerta azul que tenía en esa dirección, el sonido era... como el de una playa, con olas rompiendo sobre la arena, extrañada se acercó a la puerta. Posó su mano sobre el pomo redondo, girándolo con cuidado y abriéndola.

Lo que había al otro lado la dejó con la boca abierta, era una playa, real, no una mera pintura en las paredes, podía ver el cielo azul lleno de nubes, el sol brillando e iluminando el lugar, calentando la arena y la piel que tenía al descubierto. Cerró la puerta y se quedó mirando al pasillo, al picaporte, volviendo a abrir la entrada de nuevo, el extraño paisaje seguía allí, ¿estaba soñando?, ¿deliraba? Parecía tan real... tenía que ser real.

Kuro se asomó tras ella, sobresaltándola, se había acercado mientras no miraba, al ver su reacción, la sombra de una sonrisa se asomó por los labios del asiático, al parecer al igual que Luciano le gustaba ver sufrir a los demás, aunque fuera con cosas así.

—Esto... ¿es real? —inquirió finalmente separándose un poco del japonés.

—Podría ser, o quizás todo está en tu cabeza y sigues en tu habitación, en la casa del Eje —replicó levemente divertido, como si se tratara del felino de Cheshire.

—Te gusta confundir a la gente —dijo mirándolo a los ojos, molesta.

—Es posible —replicó el japonés encogiéndose de hombros y entrando en... la habitación, o al menos lo que debería ser la estancia en sí.

—¡Espera! ¡No sabes lo que puede ser este lugar! —exclamó al verlo pisar la blanca arena.

—¿Dónde crees que está este lugar? —preguntó ignorando por completo su advertencia y cogiendo un puñado de arena con una de sus manos, dejando que se escurriera lentamente mientras miraba hacia donde se encontraba Aaralyn, como si estuviera midiendo el tiempo que tardaba en responder con un reloj de arena.

Tangible... no era una ilusión, quizás la ilusión era óptica y la playa sí que tenía fin, tan solo era una habitación cuadrada de un hotel, una mera atracción para los huéspedes. Pero no lo era, si fuera así el lugar mostraría la misma degradación que el resto del hotel, se atrevió a dar un paso hacia delante, sintiendo la cálida arena bajo la suela de sus zapatos, y los rayos de un sol veraniego sobre su cabeza.

Se acercó un poco a la orilla, poniéndose de cuclillas para mirar la arena. Cuando levantó la mirada y la dirigió a la orilla, el agua estaba retrocediendo a una velocidad alarmante, dejando un buen tramo de arena húmeda, secándose al sol, no era la marea, no ocurría tan rápido, lo que significaba...

¿Amor o tortura? (2P!Axis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora