Keira
Para mí fue súper emotivo verle abrazado a sus padres por fin, después de tanto tiempo. Sin embargo, no podía parar de pensar en que él tenía suerte. Rosy y Fernando iban a estar para él pasase lo que pasase.
Eric y yo sólo nos teníamos el uno al otro, nos criamos en casa de la abuela, pasando los fines de semana que nuestros padres tenían libre con ellos, aunque, siendo sinceros, no servía para nada, se pasaban la mayor parte del tiempo pendientes al teléfono. Se justificaban alegando que gracias a la dichosa empresa teníamos aquella casa y comida de sobra todos los días. Habría preferido ser más humilde y poder pasar más tiempo con ellos, no sé, disfrutar de mi niñez. No tuvimos lo que se dice una bonita infancia o una infancia para recordar. De hecho, prefería no tener que recordar esa etapa de mi vida.
La guinda del pastel vino cuando nos exigieron mudarnos de la ciudad, vivir en el extranjero. Eric tenía por aquel entonces los 18 recién cumplidos y yo no llegaba a los 16. Nos negamos rotundamente, yo tenía mi vida de adolescente en esta ciudad, tenía un novio que me quería, buenas amigas, quería estudiar danza e interpretación y mi hermano estaba cada vez más cerca de cumplir su sueño de convertirse en futbolista profesional. Llevaba toda la vida preparándose para ello y no iba a permitir que nadie le arruinara su oportunidad. Así que nos quedamos. Eric se hizo cargo de mí y mi padre se enfadó tanto que dejó de enviarnos dinero. Durante dos años vivimos con la abuela. Yo trabajaba en una cafetería los fines de semana para conseguir unos ingresos extra. Cuando esta falleció, mamá y papá volvieron y se disculparon. Nos suplicaron que nos fuéramos con ellos, pero volvimos a negarnos. Al explicarles la situación, parecieron entendernos y ahora nos enviaban una pequeña cantidad mensual de dinero que sumada a la herencia que la abuela nos dejó y mi sueldo como fotógrafa nos daba de sobra para poder pagarlo todo.
En definitiva, Eric estaba alcanzando sus metas, yo iba en camino de conseguirlas, pero a qué precio. Nos habíamos acostumbrado el uno al otro de tal manera que no sabía yo si sería capaz de vivir sin él. No podíamos evitar sentir envidia de Pedri, él tenía aquello que nosotros tanto habíamos añorado años atrás. Amor paternal.
—–—
Después del partido, esperamos en el exterior a que mi hermano y mi chico salieran del estadio. Me quedé un poco cortada cuando él se acercó, me bajó la mascarilla y me besó.
- Aquí no que están tus padres. —susurré cuando se separó de mí con las mejillas sonrosadas. Él rio con ganas.
- Mira que eres tonta. —me pasó un brazo por los hombros. Yo agaché la cabeza con vergüenza. — Por cierto, ¿dónde os vais a quedar?
- Eric y Keira nos han ofrecido su casa. La habitación de sus padres está libre y Fer puede dormir con Eric. —explicó Fernando padre y mi hermano asintió.
- Vayamos a Villa García entonces. Me muero de hambre. —dijo Pedri.
Pedimos dos taxis y nos pusimos en camino hacia mi hogar, dónde pasaríamos unos días todos juntos. Al llegar le pedí a Pedri que enseñara la casa a sus papis, que necesitaba un momento para tomar el aire porque estaba nerviosa. Salí al jardín y el aire tibio de una tarde de finales de agosto me golpeó la cara. Me senté en el césped, mirando como la brisa formaba ligeras ondas en el agua de la piscina. Cerré los ojos y respiré hondo. Sólo eran los padres de mi novio, dos personas completamente normales. Llevaba todo el día con ellos, eran personas maravillosas, normales, no me iban a comer...
Una chispa de miedo se instaló en mi estómago. ¿Y si pensaban que no era suficiente para su hijo y lo convencían de que me dejara? No, él nunca haría eso. Siempre había sido la chica rara, con gustos raros, con más imperfecciones que puntos fuertes y con infinidad de problemas personales que no sabía cómo arreglar. Y en cuanto al trabajo doméstico era un puto desastre. No sabía cocinar muy bien, pero estaba aprendiendo, le ponía empeño. Por dios que no entrara en mi habitación, allí debían de haber hasta ratones.
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La chica de las Converse |Pedri González|
RomanceElla es Keira. Él es Pedri. Ella usa converse. Él no se quita las deportivas. Ella cree en la magia. Él hace magia. ¿Qué pasará cuando estos dos se conozcan? ¿Surgirá el amor o será sólo un capricho? Y lo más importante, ¿será esto suficiente?