18 - Jóvenes Locos

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Pedri

A la mañana siguiente, me desperté al amanecer. Tenía planeado el día completo. ¿Alguien dijo vacaciones? Yo sólo conocía salir a hacer una ruta en bicicleta por el pueblo. Fui directamente y sin hacer ruido a la habitación de mi novia que dormía plácidamente. Me planteé seriamente eso de despertarla porque sabía que no le gustaba nada que lo hicieran. No lo hice, en su lugar, me tumbé con ella, la abracé por la espalda y me dormí. Sí, me dormí. A la mierda el plan. Bueno, habría más oportunidades de hacerlo.

Me desperté cuando la sentí moverse e intentar escapar de mis brazos, pero me hice el dormido. Se giró y se me quedó mirando. Enseguida comenzó a acariciarme la cara, pasaba sus suaves dedos por la mejilla y la barbilla que estaban algo ásperas por la creciente barba. Me hacía falta un buen afeitado. Las caricias no cesaron en un buen rato. Cuando lo hicieron, abrí los ojos, no quería que se acabaran. Aquellos ojos azules me dieron los buenos días.

- Buenos días, dormilón. -me recibió una sonriente y a la vez somnolienta Keira que me miraba apoyada sobre su codo.

- Buenos días no, que por no querer despertarte ya no vamos a poder ir a hacer aquella ruta en bici que tantas ganas tenía de hacer.

- ¿Hacer deporte? Uff, qué pereza. —Resopló. — ¿Tú es que nunca te cansas?

- Venga, porfavor. Quiero enseñarte todo esto.

- ¿Y qué te parece eso de quedarnos un ratito más aquí en la cama, los dos solos? Ya habrá tiempo de conocer el pueblo. —Apoyó una mano en mi pecho y empezó a acariciarlo lentamente con los dedos. Yo tragué saliva intentando alejar de mi cabeza los pensamientos que me habían provocado su proposición. Ella tenía el poder de hacer conmigo lo que quisiera.

- Eeeh...yo...Keira... —susurré y la voz me salió ronca.

- ¿Te pongo nervioso? —preguntó con cierto deje juguetón.

- No, sólo me pones. — Si ella quería jugar, así sería.

- Pero bueno, señorito. —se ruborizó. Sus mejillas ardían. Estaba claro que aquello no se lo esperaba. — Duras declaraciones. ¿Algo que objetar al respecto?

- Nada, su señoría. Y vamos a levantarnos antes de que no haya vuelta atrás y tengamos que hacer cositas indecentes.

- Pero serás guarro. —Depositó un beso en mis labios, pasó por encima de mí para salir de la cama y salió de la habitación mientras se reía sonoramente y negaba.

- Que conste que empezaste tú, bonita. —grité para que me escuchara.

Adoraba aquellos momentos por la mañana, me encantaba aquella Keira juguetona, aquella que sabía mantenerme al límite. Ella era mi dosis diaria de adrenalina y no estaba dispuesto a renunciar a ella.

———

Al final conseguí convencer a mi chica (con mucho esfuerzo) para que viniera conmigo a dar ese paseo en bici. Quería enseñarle el entorno en el que había crecido, las calles en las que había dado las primeras patadas a un balón, el lugar donde podía ser yo mismo sin temor a lo que pensara la prensa.

A eso de las 12 del mediodía estábamos sacando las bicis del garaje para iniciar nuestra aventura. Por suerte la temperatura era agradable, no llegaría a los 25 grados y nos facilitaría el esfuerzo.

Recorrimos todo el pueblo en bicicleta. Nos detuvimos por primera vez en el casco histórico. Keira estaba asombrada por la riqueza histórica de aquellos viejos edificios y se paraba continuamente a leer los cartelitos informativos y a tomar fotos.

La chica de las Converse |Pedri González|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora