21- Me Elijo A Mí

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Keira

El reloj de mi móvil marcaba las once de la mañana. Me desperecé en la cama y vi que Pedri ya se había levantado. Sonreí feliz y me llevé los dedos a los labios recordando todo lo que hicimos anoche. Lo cierto es que no recuerdo los orgasmos que tuve aquella noche sólo sé que fue una noche de las que no se olvidan.

Me levanté y fui al baño. Después de hacer mis necesidades y darme una ducha, me puse los pantalones del pijama y una sudadera y bajé a la cocina. Olía de maravilla. Me encontré a Pedri delante de los fogones, estaba haciendo tortitas. Alzó los ojos de la sartén y una espectacular sonrisa se instaló en su cara cuando me vio.

- Buenos días, cielo. ¿Has dormido bien?

Me acerqué a Pedri para besarlo. Mis labios se demoraron en los suyos y acaricié su mejilla cuando nos separamos.

- Lo poco que me has dejado dormir. Sí, he dormido bien.

- Tú tampoco me has dejado dormir Keira, que bien que me rogabas anoche que no parara. - Pedri me guiñó un ojo y yo le di un pequeño puñetazo en el hombro.

- ¿Estás haciendo el desayuno? -le pregunté mientras me sentaba sobre la encimera. Pedri me dedicó una mirada que hizo que se me erizara la piel. Sabía lo que estaba pensando.

- Sí, intento hacer tortitas. Sé que te encantan. - lo vi poner una mano en mi muslo y acariciarlo suavemente. - Por cierto, ¿esa sudadera es mía?

- Hmm... Creo que sí

- Te queda de maravilla. Estás muy sexy con ella.

- No pienso devolvértela. Me gusta mucho como me queda. Además, huele maravillosamente a ti.

Pedri se acercó a mí y me dio un beso en los labios que me supo a gloria bendita.

Nos sentamos en la mesa de la cocina, yo me serví una buena taza de café y le puse sirope de agave a las tortitas por encima. Pedri se tomó un vaso de leche sola y no probó bocado de aquello tan rico que había cocinado.

- No sabes lo que te pierdes. -el chico estaba en silencio y pensativo viéndome comer.

- Oye, Keira...anoche no usamos condón. -me miraba avergonzado. -Dios, lo siento mucho, fue mi culpa. Seguramente estuviera pensando con la polla en vez de con la cabeza.

- Lo sé, me acordé, pero no te dije nada. Me apetecía sentirte aunque sólo fuera una vez sin barreras. -puse mi mano en la mesa y busqué que me la agarrase
- Ahora bajo a la farmacia y compro la píldora. No te preocupes. -Seguí comiendo sin darle importancia.

- Estás loca si piensas que vas a ir a comprarla tú. -había culpa en su mirada. - A ti te conocen en el barrio y los chismes vuelan. Tú quédate en casita y ya voy yo.

- No tienes por qué, Pedri, de verdad.

- Pero quiero. -se levantó y me besó la frente. - vuelvo en 10 minutos.

Lo vi salir y yo terminé de desayunar tranquilamente. Aquel chico valía muchísimo. Había preferido salir él que era un personaje público a comprar aquel medicamento en lugar de dejarme a mi, para evitar que la gente del barrio pudiera hablar mal.

Una vez terminé de desayunar, me senté en el salón y me puse con el ordenador. Tenía numerosos correos electrónicos, así que abrí la bandeja de entrada y los fui examinando uno a uno. Había uno que llamó especialmente mi atención. Lo abrí nerviosa y a medida que lo iba leyendo sentía temblores y como un escalofrío me recorría de arriba a abajo.

Me habían aceptado en el programa de becas para estudiantes de interpretación y teatro de la universidad de Lancaster. Me estaban ofreciendo dos años allí para terminar la carrera. Compaginaría las horas de estudio con la preparación de un musical y haríamos una pequeña gira por Reino Unido al final del segundo año. Lo peor de todo era que me daban solo 3 semanas para decidir si quería aprovechar la oportunidad o rechazarla.

La chica de las Converse |Pedri González|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora