Pedri
Mis padres se quedaron aquí unos días más. Lo pasamos verdaderamente bien todos juntos. Estuvimos visitando la ciudad, pasamos las tardes entre piscina y playa e incluso nos dejamos caer un día por Port Aventura. Eric y Pau ya eran como de la familia, entraban en todos nuestros planes. Y en cuanto a mi Keira, había dejado atrás las inseguridades y había conseguido ganarse, más aún si se podía, el corazón de mi madre. Mi padre la defendía más que a sus propios hijos. Y Fer se había alegrado de verme tan feliz, solía bromear con que parecía que estábamos casados porque todo en nuestra relación fluía sin necesidad de forzarlo.
Cuando les dijimos a los demás que tenía vacaciones y que Keira y yo íbamos a irnos con ellos unos días a Canarias, todos se pusieron súper felices. Esa misma tarde estábamos todos en la piscina. Keira tomaba el sol en el borde de esta mientras charlaba animadamente con mi madre. Los chicos y yo alternábamimos el agua con los ratos de fútbol y ping pong. Las risas estaban aseguradas.
- Oye, Eric. Tengo una pregunta. —empezó mi hermano. — ¿Tú cómo llevas lo de que tu hermana salga con tu mejor amigo?
- Opino que si me llegan a decir que al mes y medio de empezar la relación se la quiere llevar con él a Canarias, tal vez habría sido menos benevolente a la hora de ayudarle a conquistarla.
- Anda, anda, pero ¿qué dices? Si tu hermana estaba coladísima por mí desde que nos vimos. —contesté yo.
- Oyeee —bramó Keira desde la piscina.— ¿Es necesario recordar quién se enamoró primero? Porque teníais que haberlo visto, suplicando que me tomara un café con él.
- Oye, que era que te defendieras, no que me humillaras. Eso a mi ego masculino le ha dolido, que lo sepas. —fingí pesadumbre en mi voz y ella rio. Qué mala.
- Habrá que reponerlo entonces.
- Uy, ¿eso es verdad? —inquirió Fer.
- Completamente. —afirmó Eric.
———
Aquellos días en Barcelona transcurrieron rapidísimo y, cuando quise darme cuenta estaba en el aeropuerto del Prat de Llobregat a punto de coger un avión que me llevaría a casa. Keira caminaba delante de mí en dirección a la zona de embarque. No sé si era yo o aquel día estaba especialmente guapa. Cada vez que se giraba y me dedicaba una de sus sonrisas de niña pequeña, me volvía un poco más loco. Esos shorts y el pañuelo anudado en la espalda le potenciaban aquel aura de sexualidad que la envolvía. Esos últimos días, nos habíamos buscado mucho más, aprovechábamos cada momento a solas que surgía para conocernos, poco a poco, sin prisas.
El vuelo fue bastante tranquilo. Keira se pasó las dos horas y media que duró dormida sobre mí y yo aproveché y vi una serie que me había descargado en el ordenador.
Cuando puse un pie en la tierra, una extraña sensación se apoderó de mí. Sentía un profundo alivio y la presión que llevaba instalada en mi pecho tantos días se esfumó. El resto de mi familia estaba esperándonos en la puerta del aeropuerto. Estuve un rato repartiendo abrazos a mis tíos y primos y recibiendo toda clase de halagos. Quería llegar a casa lo más pronto posible, para poder empezar mis vacaciones.
Al llegar a casa me di cuenta de que todo estaba tal y cómo lo había dejado antes de marcharme el verano pasado. Mi habitación estaba exactamente igual, las paredes llenas de posters de mis futbolistas favoritos, la estantería con los premios que había ganado en mis inicios, las fotos con mis padres, mi hermano y con mis amigos durante mi infancia. Todo estaba allí. No había cambiado nada. Keira observaba una foto en la que aparecía un Pedri de unos 6 años con la camiseta del Barça.
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La chica de las Converse |Pedri González|
RomanceElla es Keira. Él es Pedri. Ella usa converse. Él no se quita las deportivas. Ella cree en la magia. Él hace magia. ¿Qué pasará cuando estos dos se conozcan? ¿Surgirá el amor o será sólo un capricho? Y lo más importante, ¿será esto suficiente?