19- El Final Del Verano

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Keira

En Tegueste, la noche había pasado entre sudor, caricias, muchos besos y un sueño reparador de esos que sólo tienes cuando te duermes con la satisfacción de ver como las cosas están saliendo como querías. Esa satisfacción de ver que la vida comienza a darte un respiro. Que, ahora. Ahora te toca a ti disfrutar de las cosas buenas. Ahora te toca a ti reír, gozar y pensar en futuro.

Pedri

Era preciosa. Así. Entre las sábanas. Con aquellos pelos de loca de los gatos que me llevaba y aquellos ojos azules que iba abriendo poquito a poquito viendo como yo ya estaba despierto y la miraba sonriendo. Si aquella era la estampa que tenía que ver el resto de mi vida, lo firmaba de inmediato.

- Mírala, si hasta parece buena y todo. -sonreí pillin recordando la noche anterior. -Ya no pienso eso después de lo que hicimos anoche.

- ¿Quieres una segunda ronda o qué? - no hizo falta decir nada más.

Y en aquella cama que nos había visto fundirnos la noche anterior, volvimos a dar rienda suelta a aquel deseo que cada vez iba quemando más y nos iba consumiendo por dentro.

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Aquello se repitió una vez más. En la ducha. Madre mía, Pedri. Estáis desatados. Cuando salimos del baño, ambos vestidos y con cara de no haber roto un plato en nuestra vida, nos cruzamos con mi hermano y sólo con la forma en la que me miró, supe que quería hablar conmigo. Me disculpé con Keira y seguí a mi hermano hasta su habitación. Cuando llegamos, cerró la puerta.

- Tú dirás.

- Resulta que si os vais a ir desnudando por la casa, podríais recoger la ropa. -abrí muchísimo los ojos, me había olvidado completamente del tema.

- Mamá o papá...

- No, la recogí yo anoche cuando llegué.

- Dios, Fer. Gracias -solté el aire que tenía contenido en los pulmones.

- La próxima vez, ten más cuidado. -se acercó al armario y me dio mi camisa, el vestido y el sujetador de Keira.

- De esto ni una palabra a...

- Lo sé. -le abracé.

- Eres el mejor hermano del mundo.

- No seas pelota, que tienes ya mismo 19 años.

———

Aquello quedó en un descuido sin importancia. Los siguientes días los pasamos en familia, todos juntos, en Tenerife. Hubo tiempo de pasear por la ciudad, de subir al Teide e incluso de bucear en el Atlántico. Echaba de menos el clima de las islas y el agua helada del océano que las rodeaba.

Pasé unos días maravillosos con mis padres y mi hermano, recargando las pilas para afrontar la temporada lo mejor posible. Sabía que ellos me estarían apoyando, desde la distancia. Tal vez podrían escaparse en navidades o en mi cumpleaños, tal y como hicieron el pasado año.

Keira me estaba dando mi espacio. Sabía que necesitaba esos días de complicidad con ellos, ya tuvimos esa conversación y ella lo entendió. Sin embargo, era una más en nuestros planes. Mi madre y ella formaban un gran equipo y sabían cómo dominarnos en caso de que la situación lo requiriera. Fer y ella habían congeniado bastante y aprovechaban cualquier situación para mofarse de mí. Y en cuánto a mi padre, creo que la quiere más que a nosotros, y eso que somos sus hijos.

La chica de las Converse |Pedri González|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora