Epílogo.

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13 de diciembre de 2021, Buenos Aires, Argentina


—Contame Valentín. —dijo sin mirarme, estaba anotando algo en su libreta. Luego levantó la cabeza y me ofreció una sonrisa no tan profesional— ¿Cómo la conociste?


Mi sonrisa fue más amplia que la suya.


—En una competencia. —respondí— Te conté que yo antes competía en el free, ahí la conocí. —me lamí los labios secos, mi sonrisa ensanchándose con los recuerdos. Me acomodé en el sillón antes de seguir hablando— Burló la seguridad del lugar para vernos a los pibes con una amiga.


Ella levantó una ceja de forma amistosa y yo me reí, pasando mi mano por mi nuca y hacia arriba.


—Lo sé, está loca.

—No dije nada. —puntualizó.

—No hizo falta.


Me respondió con una sonrisa chiquita.


—Tuve mucha suerte de conocerla, ¿sabes? —me mordí el labio para suprimir una sonrisa de tonto, al final iba a pensar que era un boludo— Imagínate, es española y estaba acá de vacaciones. ¿Qué probabilidades había de que eso sucediera?

—¿Que sucediera qué exactamente?


No pude evitarlo, volví a sonreír como un tonto enamorado, si es que había dejado de hacerlo en algún momento en la última media hora.


—Que conociera a mi alma gemela.


Se cruzó de piernas y descansó su bloc de notas sobre la pierna de arriba, mirándome atentamente para que continúe hablando.


—Siendo de continentes distintos, viviendo a más de diez mil kilómetros de distancia, me la crucé justo. Ni siquiera era acá en Buenos Aires, la primera fecha fue en Mar de Plata. Y yo estaba allá, justo en ese bar, justo en aquel lugar, justo en aquel momento. Así que dígame, ¿qué probabilidades había de que eso sucediera realmente?


Guardó unos pocos segundos de silencio, mirándome mientras yo la miraba de vuelta.


—¿Crees en el destino, Valentín? —preguntó serena, su voz retomó de nuevo ese tono profesional que casi perdió con una sonrisa cuando me preguntó por Andrómeda.

—Sí. —respondí tras pensarlo un instante.

—¿Por qué?

—Porque no le encuentro otra explicación a haber conocido a la mujer más linda, buena y perfecta del mundo y que se fije en mí. No hay chance.


Mientras respondí, vi que dirigía la mirada nuevamente a sus notas y apuntaba algo. Al principio me ponía nervioso que anotara cada pequeña cosa que yo decía, pero con el tiempo me acostumbré.

Levantó la cabeza de nuevo para verme.


—Entiendo que el que habla ahora es el Valentín perdidamente enamorado de su prometida y no el Valentín inseguro que conocí unos meses atrás.

Caravana ~ WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora