Veintiuno.

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28 de junio de 2021, San Juan, Argentina


Los próximos días no viajamos solos. Era cierto que continuábamos estando solos en la caravana, pero la DS3 y Dani nos acompañaron hasta la próxima provincia. Con la excusa de que nos extrañaban una banda, dijeron que nos harían compañía hasta llegar a La Pampa y después se marcharían a Buenos Aires, dejándonos seguir nuestro viaje.

Yo sabía que el verdadero motivo era que no querían dejarnos solos, al menos no todavía. No hasta que todos ellos pudieran asegurarse que yo no iba a continuar en modo "autodestrucción" y empujando a Andrómeda a mi propia mierda conmigo.

No los podía juzgar, yo sabía que ellos nos amaban a ambos, todos ellos, y solo buscaban lo mejor para nosotros. Tampoco era como si me pudiera quejar realmente, Andrómeda y yo todavía pasábamos tiempo a solas. Manejábamos solos en la caravana mientras ellos iban en tren, por las noches continuábamos durmiendo solos en la caravana mientras ellos se hospedaban en cualquier motel cercano, de modo que todavía teníamos bastantes momentos a solas y algo de intimidad.

Con la diferencia que ahora teníamos a mis mejores amigos con nosotros la mayor parte del día. Tampoco era algo de lo que me quejara, disfrutaba de su compañía y lo pasábamos muy bien.

Por no hablar que la situación era menos tensa ahora para Andrómeda y para mí. Todavía quedaba mucho por hacer y yo sabía que las cosas no iban a estar bien de la noche a la mañana, pero íbamos por el buen camino para solucionar mis mambos.

Y con Dani, a pesar que todavía se mostraba un poco distante conmigo y más protector con ella de lo común, también estaba mejorando. Ahora podía mantenerme la mirada más de dos segundos y podíamos tener una conversación más o menos larga.

Ahora estábamos todos juntos almorzando en la caravana porque afuera diluviaba y hacía tremendo frío. No es que me estuviera quejando, pero si la caravana era un lugar pequeño para Andrómeda y para mí, imagínense para once personas. El auténtico caos.

Cocinamos una olla enorme de pasta y comimos todos juntos, sentándonos donde podíamos. Abrimos la mesa que teníamos y mientras algunos estaban apretados en la mesa, otros sentados en el piso, Andro, Tadeo, Wawa y yo comíamos en la cama. Terminamos de almorzar y todavía llovía fuera, no teníamos nada mejor que hacer que dormir una siesta, de modo que nos acomodamos el máximo número de personas posibles en la cama, no sé cómo hicimos para entrar seis, y el resto se acostó sobre gruesas frazadas en el piso.

Andrómeda y yo jamás estuvimos tan pegados antes y es que no teníamos otra opción. Su cuerpo se fundía con el mío y yo la mantenía apretada fuerte contra mi pecho, acariciando su cabello mientras ya algunos empezaban a dormir.


—¿Tenés frío ahora? —bromeé en voz baja y ella soltó una risita.

—Esto es el paraíso para mí. —susurró para no molestar a nadie. Estaba acurrucada a mí y a Wawa— El calor humano es lo mejor para combatir el frío.

—No hagan cosas. —oí murmurar a mi mejor amiga— Recuerden que estamos todos acá, no sean sucios.

—Ya cállate y duerme. —me reí mientras Andrómeda se escondía en mi cuello con vergüenza.

—Ustedes duerman. —se volteó y abrazó la espalda de Tadeo, que ya dormía.


Nos mantuvimos en silencio durante un rato.


—Te amo. —susurró suave y mis pulmones se llenaron de aire y de dicha.

—Te amo más que a nada. —susurré sobre su cabello— Sos lo mejor que me pasó en la vida.

Caravana ~ WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora