𝟏𝟖 ; j u n t o s

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A Zayn no le gustaban las razones por la cual tenía a Liam y su hermano en su casa, pero al menos podía tomarlo como excusa

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A Zayn no le gustaban las razones por la cual tenía a Liam y su hermano en su casa, pero al menos podía tomarlo como excusa. Nunca supo el por qué del deseo o la necesidad de tenerlo cerca, o si lo sabía pero repetirlo a cada rato no lo veía necesario.

Después de ese pequeño beso no se habló más del tema, y aunque aún fueron unas cuantas horas desde que había pasado, junto con Zayn que no quería apresurar nada, pero quería volver a sentirlo cerca suyo y rozarse de esa forma tan tierna. Aún cuando no era el momento.

Liam estaba sentado en la alfombra, vestía una sudadera color azul marino y un pantalón grande, de su pertenencia. Su cabello mojado soltando pequeñas gotas que se perdían con las lágrimas que empañaban sus mejillas. Sus ojitos rojos por el cansancio, sus labios hinchados y podía asegurar que se veía aún más blanco.

Seguía perdido, tal vez aún no lograba asimilar nada, o tal vez seguía temiendo de lo que fuera a suceder mañana.

Él suele pensar que las pecas de Liam son la mejor parte de su carita, su brillo y el como reflejan las emociones del menor sin que este se dé cuenta... por ello al verlas sin color no pudo evitar sentirse igual de perdido.

— Me duelen los ojos de tanto llorar. — Mencionó llevando su mano hasta ellos para tallarlos.

— Con lo que acabas de hacer sólo vas a lograr que duelan más. — Cortó la distancia y se sentó a su lado. Eran pasadas de las doce y Liam no se había movido más que para bañarse y acostar a Terry en la habitación que sobraba. — ¿No quieres dormir aunque sea un poco? Ya pasó lo peor y tu vecina dijo que no tenías nada de que preocuparte pues ella se iba hacer cargo de todo. —Acarició su melena rizada intentando darle calma.

Liam suspiró, dejó caer su cabeza sobre el hombro del contrario tapando su cara con sus manos. — Lo sé, pero me duele cada que lo recuerdo. En mi pecho se clava ese sentimiento de odio que me molesta, no quiero odiarlo por más mierda que haya sido con nosotros.

— Lo entiendo, en serio. — No eran los mismos casos, tal vez el dolor jamás fuera a ser el mismo, pero él tampoco tenía a sus padres como pensó que sería en algún momento. — Y no te puedo pedir que no lo recuerdes, pero necesito que descanses aunque sea unas horas. A sido un día pesado para ti y estoy seguro que lo que menos quieres es que Tete te encuentre así por la mañana.

Eso pareció convencerlo, así con su ayuda se pusieron de pie. Antes de avanzar Liam lo jaló hasta estar envueltos en un abrazo, el cuerpo del castaño parecía querer fundirse con el suyo y desaparecer, el moreno aprovecho y besó parte de su mejilla que se podía ver. Lo disfrutó pero más que eso le gustó la pequeña risita que el contrario soltó.

— De ahora en adelante cumpliré con mi promesa y te cuidare de lo que sea necesario. Me siento tan bien con sólo tenerte entre mis brazos. Y te necesito aquí tanto como tú me necesitas en estos momentos, no quiero buscar respuestas aunque estas son tan claras, no quiero pensar en nuestra edad y mucho menos en el mañana. Por favor, acepta lo que tengo en mis manos que es solo tuyo, y es este amor tan grande que crece día a día por ti.

Ambos se quedaron en silencio un rato, los dulces besos de Zayn era el único ruido que había en la sala. Estaban bien, estaban en paz.

Cada beso parecía más tierno que el anterior, cada uno expresando su pequeño amor.

¿Qué hice para merecerte? — Su pregunta salió en un susurro que se lo llevó la brisa que entraba por el barandal, Zayn no escuchó y sonriendo se separó.

Avanzaron juntos hasta las habitaciones, sus brazos se rozaba sobre la tela. Pudo ver que Payne ya no se veía tan apagado, a lo mejor y eso era lo que había necesitado después de siete horas sentado llorando; un abrazo y un “estoy aquí”.

Si se lo hubieran dicho antes, lo habría llenado de abrazos y besos con tiempo.

Liam le sonrío cuando estuvo en la puerta donde su hermano descansaba, pudo ver de nuevo ese ligero brillo sobre sus mejillas, en esas lindas pecas rojizas que lo hacían parecer un sol. Se despidió sacudiendo su mano y él hizo lo mismo. Se quedó ahí de pie hasta ver como el castaño se perdía tras la puerta, pero sabiendo que al día de mañana podría amanecer y encontrarlo vistiendo su ropa hasta conseguir otra.

Tenía muchos planes, tenía el dinero para eso y no aceptaría un no por respuesta. Puede que este tomando más de lo necesario, pero es lo que de verdad quiere, lo que su corazón le dice que haga.

Y él no puede negarse, no cuando también lo necesitaba.

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