𝟐𝟖 ; n o m e i n t e r e s a

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— No vuelvas a llamarme de esa forma

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— No vuelvas a llamarme de esa forma. — Gruñó después de un rato, sus ojos seguían posados en el rostro de la mujer. — Dejaste de serlo hace muchos años.

— Sigo siendo tu madre.

Era diferente, se veía diferente a cuando los dejó. Todos cambiaron pero las emociones seguían siendo las mismas.

Terry negó aferrándose a la espalda del mayor. Que siguiera llamándola de esa forma no quería decir que lo sintiera.

— El título te queda grande. — Aferró la correa de la mochila y la miró sin expresar absolutamente nada, con su voz era más que suficiente el desagrado que sentía.

—No lo entiendes, no sabes por lo que tuve que pasar. — Avanzó para estar cerca de ellos, podía ver el cuerpo del menor temblar y un puchero se adorno sobre sus labios gruesos. — Te–

— ¡No! — Gritó llamando la atención de los que pasaban por ahí. — Tú eres la que no está entendiendo. Nosotros no queremos saber de ti, ¿Por qué apareces ahora? ¿Por qué después de cuatro años en los cuales le estuvimos llorando a alguien que no eras tú?

Por cobarde.

Ella sintió un golpe en su pecho, pero sabía que se lo merecía, merecía que él la estuviera rechazando.
— Estaba harta.

— ¿Y crees que nosotros no?

— Cada vez era peor, me estaba volviendo miserable, ¡Por eso hice lo que hice! ¡Yo no merecía vivir en ese infierno!

— ¡¿Y nosotros si?! — Se estaba comenzando a cansar, quería no verla y que ella sólo fuera una ilusión de su cabeza. —¡Dime!

Quedó en blanco.

Se sintió una mierda.

Liam le estaba echando el cara su peor error de todos.

Sus ojos se cristalizaron, tragó duro y no perdió su postura.
— Me equivoqué, lo sé.

— Sí, y que vengas ahora a querer explicarte no servirá de nada. Terry y yo crecimos. No queremos saber nada de ti.

— Son mis hijos.

— ¡Tú no eres nada mío! — Gritó el menor parándose delante de Liam. — Tú me pegabas y te reías cuando Mark también lo hacía, ¡Ustedes no me gustan!

— ¿Y llegas aquí diciendo hijo con todo el descaro? — Payne hizo sus manos en dos puños.

La mujer parecía alterada, sus manos se paseaban por su cabello y cara. Quería llorar, patear algo y abrazarlos, sus manos picaban por tenerlos entre sus brazos.

Liam no era aquel preadolescente tonto que creía en ella.

Terry no era ese mismo niño que lo miraba triste después de cada golpe.

Ya no eran ese par que había dejado con aquel hombre.

— Yo– — Aclaró su garganta sintiendo aquel nudo subir y bajar. — Me enteré por las noticias de lo que sucedió...

— ¿Y eso qué? ¿Estás esperando a que corramos y te abracemos porque volviste?

— No tienes que ser duro.

— No puedo ser de otra forma. No después que me enteré de cómo fuiste con Terry. — Alzó al menor para que dejara de mirarla.

Eso pareció molestarle, frunció su ceño y su nariz en el proceso mirándolo de forma reprobatoría.
— Ya no es un puto niño para que lo trates así.

— ¡No debería de interesarte! Por fin le estoy dando lo que no recibió al lado de ustedes y ahora quieres venir a opinar. —Habló entre dientes. —No tienes el puto derecho. A mí no me importa lo que hayas hecho con tu vida y no será mi problema. — La mujer pareció endurecer su cara sin dejar de mirar a Liam. —A ti no te debería de importar como crié a Terry. No ahora. No después de que lo golpeabas.

—¡Sigues sin entenderme!

—¡No hay justificación para eso!

—¡La hay, tú tampoco sabes lo que yo sufrí!

—Sí estás esperando que eso haga que sienta pena por ti, estás muy equivocada.

— ¡Mami!

La mujer se tensó. Liam pudo ver una cabellera rubia correr en dirección a ella, como se aferró sus piernas y le sonrío con adoración.

No se veía grande, unos dos años o tres podría tener.

Sacó su vista de ellos, abrazó más a Terry cuando este comenzó a sollozar más rápido en su cuello.

Mami.

Y así era, los había reemplazado.

— Ya nos vamos a casa, cielo. — La miró por última vez, ella esperaba más lo podía notar. Pero no iba darle nada porque no lo merecía.

Que fuera su madre no era suficiente.

No cuando les causó dolor al dejarlo con ese hombre.

Aunque a su lado, lo más seguro es que también fueran miserables.

— Él es–

— Lo siento, señora, —Interrumpió. —pero no me interesa saber de su vida durante estos años. Mucho menos lo que sigue de ella. Por mí puede irse y seguir como hasta ahora. —Se dio media vuelta intentando olvidar esos ojos color chocolate que lo miraron dolidos. —Olvídese de nosotros que también haremos lo mismo.

Avanzó rápido ignorando sus llamados.

— ¡Liam!

Ya no importaba. Al final ella había seguido su vida, regresó solamente porque su casa había sido quemada, no porque estuviera preocupados por ellos. En todo caso ya eran años tarde para eso.

Todos habían seguido con su vida.

Ella intentó ser feliz en brazos de otro y ahora tenía un hijo, uno muy lindo, pero Liam no tenía la fuerza de querer ser parte de su mundo, no cuando sabía que el suyo se vendría abajo.

— ¿Te sientes bien? — Susurró cuando estaban a dos cuadras de su casa.

El pequeño hizo un ruidito y se aferró más al cuerpo del contrario.
— Yo no quiero volver a verla, por favor.

Liam asintió, él tampoco quería.

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