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No se preocupaba mucho por los demás

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No se preocupaba mucho por los demás.

No esperaba cambiar el mundo entero.

No le interesaban las cosas de su alrededor.

No le gustaban las personas a su alrededor.

Pero ahí estaba, fingiendo que le prestaba atención a esa estúpida pizarra cuando sus pensamientos se dirigían al castaño de cabello planchado de atrás.

Sus ojos seguían en el mismo lugar, sus manos se movían por sobre la hoja a rayas sin anotar aquello que sabría que sería importante para su examen el día de mañana, ¿Pero de verdad tendría que prestarle la atención que merecía? O podría fingir que lo entendía cuando sabía que no era cierto, pero la segunda opción era la más tentadora del momento.

El timbre sonó y todos comenzaron a guardar sus cosas. Algunos suspiraban de alivio y otros dejaban su cabeza descansar sobre el pupitre.

Él, ni siquiera sabía con exactitud qué debía de hacer.

Miró hacia atrás en busca de ese lindo chico de pecas que tanto moría por rozar, notó que el dulce castaño del cuál gustaba a más no poder se perdía en el cielo nublado, sus ojos brillando de satisfacción sin prestarle atención a los que lo veían con adoración. Esa pequeña sonrisa que acompañaba el brillar de sus ojos le calentó el alma, lo puso aún más tonto que no reaccionó hasta el golpe que le dio su mejor amigo.

Sus ojos color miel cayeron en él robándole el mísero aliento, sus ojos entrecerrados por la sonrisa plasmada en sus labios color fresa, sus mejillas bañadas de un tenue rosado que ponía a brillar las tiernas pecas que se bañaban en su totalidad por su tierna nariz y ese cabello castaño cubriendo parte de sus ojitos.

Porque me gustas.

No pudo evitar sonrojarse de la vergüenza, agachó su cabeza escuchando a Liam reír aún más fuerte.

Nada más que verlo feliz fue lo mejor para él.

Porque amaba verlo sonreír tanto como quisiera ser la razón de cada una de ellas.

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