𝐃𝐘𝐍𝐀𝐒𝐓𝐘 | 𝚃𝚅𝙳𝚄 𝚡 𝚃𝙴𝙴𝙽 𝚆𝙾𝙻𝙵 𝙲𝚁𝙾𝚂𝚂𝙾𝚅𝙴𝚁
Todo comenzó en el siglo V d.C
en Britania, donde nadie tenía
idea cómo había sido creado
posiblemente el peor monstruo
de la humanidad.
Una Wendigo, una asesina,
una híbrida.
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El plan empezó rápidamente. Alanna era la más poderosa ahí, por lo que, tuvo que rebuscar en todos sus libros de magia el hechizo perfecto y preciso que mataría a su hermano. Se quedaron en el viejo hogar Stilinski, sin levantar sospechas gracias a que nadie pasaba por aquel lugar desde hace décadas.
Mientras Beltrán llevaba a Nathaniel con Nixon para disculparse, las dos mujeres se quedaron a solas. Era raro para ellas, porque Beltrán siempre andaba merodeando, sospechando de Alanna, pero Carter no. Él sentía que en cualquier momento traicionaría a su hermana, y que ella pagaría muy caro por culpa de la bruja.
—¿Por qué odias tanto a Merlín? Jamás me contaste sobre eso —habló Carter, viéndola estudiar sin parar.
Alanna dejó el libro de lado, con un suspiro. Lo cerró, llevando sus manos a su mentón, observando a la híbrida.
—Cuando éramos niños, teníamos absolutamente prohibido practicar magia —explicó—. Mi madre nos tuvo gracias a un demonio, así fue como nacimos. Mellizos.
Se le veía bastante incómoda, pero que de cierta manera no tan reacia a contarle la historia a alguien quien también había sufrido gracias a su familia.
—Merlín fue el primero en mostrar indicios de magia. Luego, me enseñó. Todo a escondidas de nuestra familia —se encogió de hombros—. Nuestra familia nos repudiaba por ser mitad demonios, nos encontraban una desgracia, le decían a nuestra madre que debía habernos matado en cuanto supo que estaba embarazada, pero ella no quería verlo de esa forma —se limpió su ojo levemente, sin querer desparramar ni una sola lágrima por ellos—. Merlín decía que debíamos aceptarnos, amar nuestra habilidad de poder hacer cosas que el resto no podía. Comencé a hacerle caso. Practicábamos en nuestra habitación, encerrados. Eran cosas simples, levantar objetos, destruir algo, crear una pequeña llama de fuego —sonrió con melancolía, pero con dolor—. Un día, por accidente, dejé la puerta abierta, y mi abuelo me vio practicando. Me arrastró hasta el resto de la familia, haciéndoles saber a todos que era un monstruo, que estaba practicando magia para hacerles daño a todos.
Carter no dijo absolutamente nada, estaba absorta en la historia, prestándole toda su atención. Alanna sólo quería a alguien que la escuchara y que le entendiera. Ella no era mala, al menos no en un principio. Merlín la hizo así.
—Miré a mi hermano, pidiéndole ayuda. Pero él me dio la espalda —apretó su mandíbula, enojada—. Me despreció, alegó que era un monstruo y un error por haber pensado que la magia no era mala. Mi madre no tuvo otra opción. Me dejó a las afueras del pueblo, sola, sin comida, agua, transporte. Me habían arrebatado mi vida. Tenía once años —se le veía quebrada, triste y enojada, pero las primeras dos eran las principales—. Entonces, no sé cómo, pero lo invoqué. Invoqué a mi padre.
Se tomó una pausa, dejando de mirar al suelo para mirar brevemente a Carter y volver la vista hacia donde estaba antes. Quería asegurarse de que alguien le estaba escuchando, de que alguien le entendía al menos una pizca. Eso para ella era suficiente.