𝑫𝒀𝑵𝑨𝑺𝑻𝒀: 𝑇𝐻𝐸 𝑉𝐴𝑀𝑃𝐼𝑅𝐸 𝐷𝐼𝐴𝑅𝐼𝐸𝑆 | 𝐊.𝐌 / 𝐃.𝐒

𝒏𝒂𝒕𝒉𝒂𝒏𝒊𝒆𝒍

Nathaniel sabía que sin dudas terminaría muerto por todo esto. Ya veía su cabeza colgar de una espada justo en el centro del pueblo de Britania, mientras su hermana le obsequiaba el resto de su cuerpo a los lobos.

¿Pero valía la pena lo que estaba haciendo? Para él, totalmente.

Se escondió lo mejor que pudo de todos los guardias que corrían desesperadamente por el castillo buscando brujos y brujas para asesinar.

Agradecía conocerse ese lugar como la palma de su mano.

Doblando por un pasillo, se encontró a una de las brujas que se mantuvo escondida. La tomó del brazo, guiándola hasta la habitación donde Esmeralda estaba encerrada.

—Haz lo que tengas que hacer —ordenó Nathaniel.

La muchacha de inmediato comenzó a recitar cuan hechizo estuviera en su mente para poder abrir esa cerradura. El hombre caminaba de un lado a otro, desesperándose, escuchando las voces de los guardias cada vez más cerca.

—Apresúrate. No tenemos mucho tiempo.

—Tendríamos más si te callaras y te quedaras quieto.

Nathaniel no midió su reacción, por lo que, en un segundo tenía el cuello de la bruja entre sus manos, siendo apretado firmemente. La pobre chica estaba luchando por aire, clavando sus uñas en la mano del rubio.

—Si fuera tú, me apresuraría y no diría nada que pueda causar que tu cabeza se desprenda de tu cuello.

La soltó, dejándola caer al suelo. La chica no quiso tentar más a su suerte, por lo que, decidió continuar con los hechizos.

El primer guardia que llegó, estaba solo. Para Nathaniel fue bastante fácil derribarlo considerando que por su capacidad de años tiene más fuerza. Uno a uno, los guardias llegaban, y uno a uno Nathaniel los mataba. No fue hasta que llegó una masiva cantidad de guardias que no supo qué hacer. Por suerte, para él, había ocurrido.

La puerta donde mantenían a Esmeralda cerrada estaba abierta.

Nathaniel rápidamente entró a la habitación arrastrando a la muchacha consigo, viendo que la bruja los estaba esperando con una sonrisa de oreja a oreja.

—Sabía que podía contar contigo, Nate —sonrió Esmeralda.

—Sólo prométeme que puedes matar a Natalie, y contarás conmigo por el resto de tu vida —juró.

—Créeme, niño bonito. Ni en el infierno Natalie Stilinski encontrará tranquilidad.

Ahí fue cuando Nathaniel dejó que las brujas hicieran lo suyo, guardando absoluto silencio, confiando plenamente en Esmeralda y su capacidad de poder destruir todo.

No se esperaba que sintiera el piso temblar.

Nunca podría describir esa sensación, pero, pudo describir la sonrisa de Esmeralda como una maquiavélica, igual o mayor a la sonrisa que poseía su hermana.