𝑫𝒀𝑵𝑨𝑺𝑻𝒀: 𝑇𝐻𝐸 𝑉𝐴𝑀𝑃𝐼𝑅𝐸 𝐷𝐼𝐴𝑅𝐼𝐸𝑆 | 𝐊.𝐌 / 𝐃.𝐒

𝒎𝒂𝒓𝒌𝒔

En cuanto se despertó por el canto del gallo, decidió ir al pozo para un baño de agua fría. Estaba utilizando aquel jabón orgánico que había creado a base de unos pétalos de flor que le habían regalado, cuando se dio cuenta de que en su mano izquierda, el brazalete de oro descansaba, como si nunca se hubiese ido. Abrió los ojos con sorpresa, intentando ocultarlo, porque no tenía idea cómo había llegado hasta su mano. Luego, escuchó el grito despavorido de Mila, sabiendo que había notado que el brazalete había dejado su mano.

—¡Te dije, papi! —gritó, viendo a su hermana bañarse en el pozo— ¡Natalie robó mi brazalete en la noche!

Con enojo, Stilinski obligó a Natalie abandonar el barril donde se estaba bañando. Ella apenas logró tomar una sábana colgada al aire libre para cubrir su desnudez, cuando fue lanzada al suelo, obligada a tragar tierra y ensuciarse.

—¡Cariño! —gritó Morgana con fuerza— Déjala, estoy segura de que hay una explicación para esto.

—¡No defiendas a tu hija! —gritó con desprecio hacia Morgana, por primera vez, golpeándole una cachetada para quedar en el suelo. Rápidamente, sus hermanos menores intentaron agacharse, pero Stilinski no lo permitió. Nathaniel y Mila quedaron a cada lado suyo, cruzados de brazos, molestos porque su madre había defendido a su hermana mayor— Eres una maldita perra envidiosa. ¿No quieres que tu hermana sea feliz?

—Te lo juro, padre, yo no hice esto —negó, con lágrimas en los ojos—. Madre, tienes que creerme. Yo no lo he hecho.

Morgana asintió, aún en el suelo. No era la primera vez que Stilinski le levantaba la mano, pero sí era la primera vez que se la levantaba frente a sus hijos.

—Estás en serios problemas —advirtió su padre.

La tomó del mismo brazo, profundizando el punzante dolor que Natalie ya cargaba. Fue arrastrada hasta el establo donde ninguno de los animales ya residía por la mala interperie, humedad, y estaba cubierta en heces de caballo.

—¡Padre, no, por favor!

Lloró y gritó, pero eso a Stilinski no le había importado. Encerró a Natalie, prohibiéndoles a todos ir a su rescate. Natalie sollozó, intentando cubrirse con la sábana mojada, sabiendo que se resfriaría por la corriente de viento que pasaba de una tabla a otra. Se abrazó a sus rodillas, intentando entrar en calor, colocándose entre dos cubos grandes de heno que habían quedado olvidados. A lo lejos, vio que una piel de vaca estaba en una tabla que era utilizada como puerta. Se levantó, temblando, para tomarla y entrar en calor. Nunca había tenido el privilegio de tener una de esas mantas de piel de vaca, porque su padre siempre se las dejaba a sus hermanos menores. Ahora, le agradecía al cielo por aquel obsequio.

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Estuvo en el establo encerrada por cuatro días. Sin comida, sin agua, sólo ella, la sábana y la piel de vaca. En cuanto Morgana abrió la puerta para sacarla de ahí, la encontró arrinconada, temblando, rezando a los Dioses para ser libre. Los ojos de su madre se cristalizaron, con el corazón roto al ver a su primera hija así. Se agachó para tocar su brazo, pero ella se retiró con rapidez, pensando que era su padre.