Un par de días antes de tener que irse a la Universidad, Tweek llenaba con cierta nostalgia la misma maleta que alguna vez preparó para abandonar a su esposo. No podía creer la forma en la que habían cambiado las cosas, cuando deseaba huir de Craig al punto de odiarlo, y como ahora no quería marcharse porque lo amaba. Mientras observaba el armario, una sonrisa se formó en su cara, no se llevaría toda su ropa ni sus cosas, solo serían seis meses y Craig había conseguido de alguna manera convencerlo de que esa distancia les haría bien, sería como ser novios. Después de todo, ellos habían comenzado al revés.
Pero para el rubio eso no importaba, estaba empacando algunas piezas de ropa de su amado, así no durmiera un día a la semana, lo obligaría a quedarse en su dormitorio al menos una vez entre semana y planeaba pasar todos los fines de semana a su lado sin importar qué.
Una vez terminó con su pequeña tarea, no pudo evitar observar las piezas de ropa que estaba robando, se acercó al armario con la intención de tomar al menos un par de piezas más. Al bajar la mirada, observó su camisa de Red Racer, aquella que le había obsequiado al salir del hospital. Una lágrima bajó por su rostro, mientras recargaba su mejilla sobre la suave tela de algodón que olía a una mezcla entre el perfume del azabache y un leve rastro de sudor, iba a extrañar mucho a su esposo.
Se cambió su camisa por aquella sucia de su esposo, dejando que aquella tela cubriera su piel. Un motivo más para amar al azabache es que no era ni de cerca un hombre sucio, además no era como que el frío de la calle le permitiese ensuciarse mucho, el olor a sudor era apenas perceptible, sin mencionar que el que aquella prenda oliera a él lo hacía extrañarlo más. Quería que llegara a casa ya, ahora que la hinchazón y el dolor habían cedido por fin pudieron darse su tan esperado beso, y si no fuera porque su esposo se había ido a trabajar lo hubiese llenado de ósculos todo el día.
Acarició sus labios con la yema de sus dedos, intentando simular la suave forma en que lo besó su esposo, buscando solo rozar sus labios para no lastimarlo. Había algo adictivo en él que siempre lo hacía querer más, un escalofrío recorrió hasta la última vertebra de su espina dorsal cuando recordó lo que vino después de regalarle la camisa que estaba usando, deseo era lo único que había en su mente. Sin perder mucho el tiempo, regresó al que anteriormente era su cuarto a buscar algunas cosas para prepararse y jugar un poco con él mismo.
Dormía cómodamente en la que antes fue su habitación, cuando se sintió observado y después un par de movimientos en la cama, que lo obligaron a abrir sus ojos con pesadez, viendo a su amado cubriéndolo con una cobija.
-Nhg, Craig...
-Ignórame y vuelve a dormir, Honey – respondió acariciando su mejilla, para después caminar a la puerta.
-¡NO! – Gritó Tweek corriendo detrás de él, abrazándolo para que no se fuera.
-Me harás sentir culpable por arruinar tu siesta de belleza.
-Claro que no, son nuestros últimos días juntos y no quiero desperdiciar ni un segundo.
-Ya lo hablamos cariño, esos seis meses que la Universidad te obliga a permanecer en sus dormitorios serán como tener un noviazgo – comentó mientras se daba media vuelta para darle la cara.
-Dime la verdad Craig, te cansaste de estar casado conmigo – recriminó, dejando ver sus inseguridades.
-Jamás me cansaría de esto, amor. Además sería muy pronto, nuestro matrimonio oficial tiene tres días de vigencia – comentó entre risas. Su simpleza desarmó a Tweek, al igual que sus inseguridades – Piénsalo así amor, te escribiré mensajes por la mañana, te llamaré por las tardes y cada viernes estaré esperándote después de tu última clase para traerte a nuestro hogar.

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Amor accidentado
Fiksi Penggemar-Aquí estoy Craig, solo vine para decirte que no tienes que estar solo, yo cuidaré de ti el tiempo que sea necesario- fue la promesa que Tweek le hizo a su marido en aquella blanca habitación del hospital. Las pérdidas son difíciles de sobrellevar...