Capítulo 8: La segunda historia

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El charro negro

Elegante vestía la figura de negro,
de negro vestía con hilos de oro
estaba adornado su traje, águilas reales brillan en los botones de su saco,
al andar suena el tintineo de los oros,
es un elegante caballero pero sus ojos
no logró descubrir, seguro es hombre,
hombre elegante vestido de negro,
con voz fuerte, gruesa y grave,
siempre engañoso pero sereno.
Ha decir es el diablo en persona,
aunque ¿qué persona ha visto al diablo?,
además ¿por qué alguien cómo él
se tomaría el tiempo de ver el terrenal?,
no es un pobre ranchero que se ensucie
las manos con el estiércol de un establo,
si ha de hacerse presente ha de ser
por algo que valga la pena,
es el charro negro, elegante demonio,
que anda por el triste vendaval
no buscando pecadores en el camino,
sino lo más puro que hay, eso que no puede tener,
pero que fácilmente los avaros dan,
sin contar que es más valioso que el oro.

Era temprano en la mañana cuando despertó Orihime, se baño, se vistió y bajó al comedor, donde su hermano ya desayunaba, pero el ojiverde aún no llegaba. Eso preocupó a la pelirroja. Los perros sonaban a la distancia en el bosque, probablemente persiguiendo una presa o a los intrusos que cortaron la cerca. Las nanas estaban tan nerviosas como ella, la chica iba de un lado a otro por la casa, incluso por el resto de la propiedad. Sencillamente el caballero no llegó el resto del día. La angustiada esposa se fue a dormir, sin una noticia del pelinegro, sus sollozos se escucharon durante horas desde la habitación.

A la mañana siguiente se levantó y vistió, al mirar la otra cama el pelinegro sigue ausente. Triste se levanta para iniciar su día, seguir con sus clases de tejido y bordado, se dirige al comedor donde también va llegando su hermano, al entrar a la habitación se encuentran con Ciffer, leyendo el periódico. Cosa rara, el caballero prefería divertirse con su esposa que leer esas noticias.

- Creo que aún está enojado... - dijo en voz baja Sora

Ulquiorra baja el periódico de un golpe sobre la mesa.

- Sí, sigo molesto. Se pusieron en peligro innecesariamente cuando claramente les dije que no fueran a ese lugar... no me gusta que me hayan desobedecido de esa manera... - dijo irritado el caballero

- Lo lamento mi señor... solo queríamos ayudar... pero mejor me retiró... - dijo sollozando la chica

Eso sorprendió bastante a su esposo.

- ¿No vas a desayunar? - preguntó el ojiverde

- No tengo apetito. Gracias... - dijo la dama dispuesta a retirarse

- Solo vine a ver cómo estaban. Tengo mucho trabajo. De hecho tengo que reunirme con mi hermano. Él está atorado con unos tratos y negociaciones, todos lo confunden con vuestro padre, pero él tiene mejores cosas que hacer y personas más importantes que ver... además tengo que ver a unos ingenieros, la columna del puente para el tren sobre el valle no está listo... - comentó algo melancólico el pelinegro

No le gustaba ver así a su esposa, por lo que tuvo que dar toda explicación para que la dama no se angustiara. Sintiéndose culpable de la tristeza de su mujer Ulquiorra tuvo una idea para animarla.

- Ustedes vendrán conmigo. Será un viaje largo, pero hay muchos pueblos de camino, hay muchas cosas que ver, cosas que comer... será una forma de salir de la rutina... - dijo con un leve suspiro el hacendado

Los ojos de la muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora