Capítulo 17: La llegada de la revolución

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Por aquel entonces la felicidad de la pareja parecía más grande que nunca. Aunque no tenían hijos estaban muy contentos con las muchas actividades que podían realizar juntos, Orihime ahora era una mujer más culta, sabía muchas más cosas que antes de cuando llegó a ese lugar. Le habían enseñado a tejer y bordar. Podía hacer hermosos diseños con hilo de oro o plata. Tejía una amplia gama de puntos y distintos tipos de ropa. También estaba empezando a aprender ajedrez, en sus horas de lectura comenzó a entender la dinámica de la poesía. Ahora sus podía escribir cuentos de sus sueños. Anhelaba el día que fueran sus hijos los que leyeran aquellos relatos. Le encantaba pasar largas horas sembrando en su invernadero con su amable esposo.

Los meses se volvieron tranquilos, quizá demasiado apacibles, la paz antes de la tormenta. Orihime pasaba  horas con su pequeña sobrina, con Cirrucci embarazada nuevamente, la pelirroja se convirtió en la nana de Karin. Cosa que molestaba a Ciffer, por lo que se volvió un tanto distante, aún pasaba las tardes con su mujer en el invernadero, al igual que el desayuno, pero huía en cuanto aparecía la de ojos violeta, se iba a dormir con su periódico en una mano sin decir una palabra o queja, solo su efigie malhumorada delataba su ira.

La hermosa Inoue no sabía que más hacer, estaba en medio de los dos flancos, entre su esposo y su hermano

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La hermosa Inoue no sabía que más hacer, estaba en medio de los dos flancos, entre su esposo y su hermano. Entonces comenzaron los rumores entre las personas más humildes del pueblo, sobre una revolución. Los cabecillas de esta acción reunieron lentamente seguidores, a oídos de Sora llegó esta convocatoria para unirse a las filas de los conspiradores. En la larga familia de los LeBastide ser parte de los cambios políticos, económicos y sociales a dónde quiera que fueran, era algo característico, era su naturaleza rebelde. Una noche luego de que el hacendado se fuera a trabajar apareció el caballero Inoue para charlar con su hermana.

- ¡Ya supiste lo que se cocina por los barrios! - exclamó el hombre

- Se dicen muchas cosas... - dijo la doncella

- No habló de los chismes de fulano se fue con perengana. Dicen que hay caudillos dispuestos a resolver el problema del eterno gobierno actual... - comentó el de ojos grises

- No he sabido mucho de eso... - dijo la chica

Orihime permanecía un tanto aislada de estas cosas desde que el nacimiento de Karin.

- "Sufragio efectivo, no reelección"... - dijo el entusiasta hombre

- Pero hermano mayor, eso afecta directamente al señor Ulquiorra. Él es mi esposo, aunque entiendo el motivo de hacer esto podría salir muy mal parado mi señor... - dijo nerviosa la mujer

- El señor Ulquiorra es un buen hombre. Yo dudo que alguien en toda la hacienda intenté algo contra él... - dijo el capataz

- Quizá en la hacienda no. Pero sabes que no es muy querido en el pueblo. Hay muchos que dependen del señor Ulquiorra... - dijo la chica

- Yo lo sé. Todos han sido muy buenos con nosotros, pero esto no es solo por unos pocos es por todos... - dijo el de cabello gris

- Lo siento mucho hermano mayor, pero yo... yo no voy a ir en contra de mi esposo... - dijo la dama

- Orihime... - insistió el hombre

- ¡Buenas noches! - dijo la mujer firme

No quería hablar del tema, Sora suspiro y dio media vuelta para ir a casa. A unos pasos de ellos estaba Ciffer, no se fue, solo entró por la puerta posterior cerca del invernadero. Quería saber lo que pensaba su cuñado sobre lo que él ya sabía. Ninguno de los dos se dio cuenta de su presencia, así que se retiró en silencio.

A la mañana siguiente llegó con normalidad a la casa el ojiverde, pero con la peculiar sorpresa de que dejó entrar al comedor a uno de sus perros y a ese extraño niño de ojos negros. Estos se colocaron a cada lado del caballero. Esto llamó la atención de Orihime, pero no dijo una palabra. El capataz vino para dar su informe algo diferente a lo normal, se respiraba cierta tensión, cuando Sora se retiró dijo un par de palabras a sus acompañantes el pelinegro.

- Siganlo y no dejen de avisarme todo lo que haga... - dijo el caballero

Entonces el niño y el perro corrieron.

- ¿Qué ocurre señor Ulquiorra? - preguntó ansiosa la dama

- Solo quiero estar seguro de algunos detalles para saber que decisiones tomar... - fue lo único que dijo el ojiverde

Ya no leía el periódico, aún cuando Sanderwicci dejó a Inoue a la bebé. Dejó algunas de sus actividades con su esposa para ponerse a trabajar en su estudio. Esto siguió por semanas, la de ojos grises conocía lo suficiente a su marido para saber que estaba preocupado. Luego de unas semanas aquella tensión entre Ulquiorra y su cuñado se fue volviendo más notoria, pero el hacendado era un hombre serio que evitaba los conflictos innecesarios. Un día poco antes del nacimiento de su nuevo sobrino, el ojiverde tomó una decisión, se sentaron a desayunar con cierta calma, el pelinegro ahora era estaba acompañado de un perro y un niño, Orihime comía a un lado, mientras que Sora lo hacía al fondo del comedor, junto con Cirrucci y la niña. Al terminar después de comer el hacendado les dio a Karin a sus padre, se retiraron el capataz, su esposa con la menor. Ciffer sólo sujeto la muñeca de la pelirroja.

- Mujer, no es el momento en el que quisiera hacer esto. Pero te lo voy a preguntar... ¿quieres tener un hijo? - preguntó completamente serio el caballero

- ¿¡He!?, ¿de verdad señor Ulquiorra? - dijo sorprendida la chica

- Sí. Además vas a poder ver un tipo muy raro de hada... - dijo con una leve sonrisa el bizarro

Su actitud era de lo más extraña, pero la sola idea de ser mamá, ilusionó a Orihime, llena de curiosidad y alegría sonrió sonrojada.

- ¿Hadas?, ¿tener un bebé? No entiendo ¿qué tienen que ver mi señor? - preguntó la dama curiosa

- Para ver a las hadas necesitamos tener cierta inocencia. Cierta flor de la vida. Un anhelo puro. Y no cumples con estos requisitos... - dijo el frío hombre

- ¿Entonces señor Ulquiorra? - dijo contrariada la de ojos grises

- Yo te voy a devolver cierta inocencia... te voy a enseñar lo que necesitas para ver a las hadas... - dijo Ciffer mirando directamente a los ojos a su esposa

Por un momento todo fue silencio, la ansiosa chica quería saber que necesitaba para poder ver un hada y porque su marido había decidido que era tiempo de tener un hijo cuando era obvio que no le gustaban mucho los niños.

-------------- Capítulo completo --------------

Los ojos de la muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora