Capítulo 9: La Tercera Historia

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Las brujas que se quitan las patas

De noche salen estás damas,
han dejado fuera de su corazón a Dios,
solo la oscuridad llena sus almas,
usan y lastiman a otros,
los hombres son sólo sementales,
son únicos, casi privilegiados
los caballeros que pueden decir
que son aceptados, instruidos,
en este arte, una forma de vivir,
infames verdugos en ocasiones,
a veces dulces y bellas mujeres.
Hay quienes usan su don
por un bien, hay quienes sin razón
segregan dolor, un mundo dominado
por mujeres, es aquí donde
el amor y la codicia se confunden,
dónde la muerte se presenta y donde
Dios está no está ausente,
pero ellas dejaron de creer en éste.

Una vez que el inusual trío llegó a casa, todo parecía regresar a la dulce rutina, Ulquiorra a vuelto a su humor habitual, disfrutaba de sus pocos momentos con su esposa, desde vestirla, sentar la en sus piernas, leer con ella, hasta estremecer a la doncella solo con el toque de sus dedos. Viendo cuán cariñosos eran, Sora se hizo una idea equivocada de que probablemente en poco tiempo tendría muchos sobrinos.

Los largos meses fuera le habían servido a Orihime para conocer a su esposo un poco más. Era un hombre frío, hermético, aislado, educado, callado, pero no mostraba una sola expresión, ni alegría o cariño, excepto cuando estaban solos. Tenía hábitos extraños como su particular forma de dormir, de vestir, su gusto por la lectura así como su trabajo.

En esas semanas en casa la pelirroja también notó algo peculiar, había muchos animales, pero algunos desaparecían de la noche a la mañana, remplazados casi inmediatamente por otro animal. Lo supo por los pequeños detalles que distinguen a una criatura de otra. No sabía si preguntar a su hermano sobre este hallazgo, pero si se pusieron a estudiar todo lo que sus ancestros les habían dejado.

Entonces cerca de su primer aniversario llegaron varias cartas a la hacienda esa mañana Sora llevó al ojiverde los sobres, solo para encontrarse en el comedor con una escena que ya le era habitual, al menos ya le resultaba menos escandalosa.

- ¿Qué necesitás Sora? - dijo el de pálida piel

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- ¿Qué necesitás Sora? - dijo el de pálida piel

- Le llegó correo señor Ulquiorra en carácter de urgente... una es de su padre... - comentó el capataz

Sin soltar a su esposa de aquel abrazo tomó de la mano de Inoue las cartas. Leyó rápidamente lo que decía y suspiro pesadamente.

- Mis hermanos tienen una excesiva carga de trabajo y quieren que vaya al sur a dos días de aquí para ayudarles... ¿quieren venir? - dijo el hacendado

- ¡Me encantaría señor Ulquiorra! ¿va a estar su cuñada a cargo otra vez? - dijo el de ojos grises

- No Sora, incluso mi cuñada tiene las manos llenas. Está vez es Gin... va a tener que regresar de su retiro con mi padre un rato en lo que arreglamos esto... - dijo el ojiverde

Los ojos de la muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora