Después de aquella extraña reunión familiar, los días pasaron tranquilos en la hacienda, para el feliz matrimonio era la cuenta regresiva para recibir a su primer hijo. En cambió Sora no la estaba pasando muy bien. Los revolucionarios habían perdido varias batallas, aunque habían logrado una importante demostración al tomar el Álamo, también representó grandes pérdidas, lo que llevó a los sobrevivientes a regresar a territorio nacional. Aquellos meses estuvieron llenos de incertidumbre y traiciones.
Los revolucionarios ya no eran los héroes, a pesar de todo lo que habían hecho creyendo en sus ideales, al final no fueron vistos más que como mercenarios. Antes de ser capturados y abatidos, los últimos bastiones huyeron de regresó a casa, pero no con medallas por su servicio a la nación sino como fugitivos. Allí en una parte remota, Inoue y Cirrucci, solo con unas pocas pertenencias buscaron el camino a casa.
Por aquellos días, Ulquiorra limitó sus salidas al trabajo, pronto su dulce esposa daría a luz. Era una mañana de martes, clara, luminosa y fresca, desayunaban tranquilos los dos esposos, cuando un leve dolor invadió a Orihime. De la silla donde se sentaba la dama empezó a caer agua.
- ¡Señor Ulquiorra...! - dijo algo nerviosa la pelirroja
- ¿Qué ocurre mujer? - preguntó solemne el ojiverde junto a la chica
- Se me ha roto la fuente... - dijo avergonzada la esposa
El hacendado inmediatamente la tomó en sus brazos para llevarla a la habitación.
- ¡Matsumoto! ¡Hinamori! ¡Rápido! ¡Traigan mantas y agua caliente! ¡Voy a necesitar ayuda...! - dijo el caballero
- Enseguida señor... - dijo la rubia
Las contracciones comenzaron a ser más fuertes y frecuentes, el pelinegro la recostó sobre la cama, con gran habilidad la desistió, entonces llegaron las sirvientas, con un par de cobijas cubrieron las piernas de Orihime. Las dos mujeres le daban ánimos a la pelirroja mientras que su esposo se sentó junto a la cabecera tomando su mano.
- Tengo miedo señor Ulquiorra... - dijo la nerviosa dama
- No temas yo te estoy cuidando... - dijo con tono amable el de pálida piel lo que calmó a la doncella
El parto fue relativamente rápido.
- Es una hermosa niña... - dijo Momo
La rubia limpió la sangre y restos del líquido de la bebé. La pequeña empezó a llorar y quejarse. Pronto la envolvieron en una manta.
- ¿Una niña? - preguntó la cansada nueva madre
La sirvienta puso en los brazos de la pelirroja a la recién nacida de cabello negro y piel blanca como la leche.
- Yo te prometí una niña... - dijo el padre apenas ruborizado
- No pensé que fuera tan acertado... - dijo aún más sonrojada la de ojos grises
- ¿Se supone que eso sea un halago? - dijo el caballero
- Lo es... - dijo sumamente apenada la chica
Las dos sirvientas se rieron un poco, limpiaron y recogieron el resto de los artículos, dejando impecable la habitación.
- En realidad no se que decir... - comentó el ojiverde
- Está bien... solo digo que es muy bueno en lo que hace... - dijo pícara la dama
Eso solo avergonzo al hombre.
- ¿Va a trabajar hoy? - preguntó la mujer mientras veía a la bebé
- Tengo mucho trabajo... pero no voy a ir hoy... para poder cuidarte... - dijo el hombre
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Los ojos de la muerte
Misterio / SuspensoRecopilación, adaptación de historias, mitos, ritos, conocimientos y leyendas de terror de una familia con más de 100 años, son muchas las anécdotas, todo tipo de cosas paranormales todo en esta peculiar trama que las reúne para dar vida a esas memo...