Los ojos de la muerte

Capítulo 18: La décima historia

Cuentos de hadas

Es brillante como una luz,
fácilmente podrías confundir
su brillo con el de una luciérnaga,
es tan sutil como enigmática,
no puedes saber de donde ha de provenir,
a los ojos sin alma esta ciega
su vista a su esplendor,
deslumbrante es su color
tan resplandeciente como tenue,
si no llevas una inocencia
en el corazón, será solo un insecto,
no puedes ver lo que hay en ese intento
de buscar lo que está frente
a tus ojos, es imposible sin amor
ver solo con la vista la magia
que rodea cada día,
con su luz el brillo de un hada.

Ciffer le había prometido que vería hadas, pero que aún no tenía todo lo necesario para lograrlo. Ella no entendía que le faltaba. Por más que repasaba en su cabeza esas palabras no las comprendía: "...para que puedas ver un hada necesitas un espíritu libre, un corazón lleno de amor y una mente sabía que pueda comprender lo importante que es el milagro de la vida en su interior...". Lo dijo Orihime en susurros mientras iniciaba su lección de pintura en la biblioteca.

- Aún no lo comprendes mujer... - dijo el ojiverde quien entraba

- No. Sinceramente no entiendo sus palabras mi señor... - dijo la dama

- Es un acertijo poético. Básicamente es algo contradictorio. Pará ser un espíritu tienes que haber saboreando el dolor de la muerte, sin desear la misma pero sabiendo que a veces la vida misma es una decisión. Un corazón puede amar un día y odiar al siguiente, es tan delicado que se vuelve difícil la línea que divide ambos sentimientos. Y en cuanto una mente sabía se refiere a la plena conciencia del valor de la vida al concebir, no sólo como una obligación o un instinto sino como un auténtico sentimiento de amor. A eso se refiere... - dijo el caballero

- ¿Por qué dice que me falta? - preguntó la chica

- La respuesta también está en lo que te puedo devolver: Tu inocencia. Y en lo que te puedo dar: Un hijo... - dijo sereno el hombre

- Pensé que quería esperar más... - dijo la sonrojada mujer

- Solo quería disfrutar un poco más de nuestra relación. Pero puede cambiar la vida muy rápido. Así que quiero hacerte feliz con algo que anhelas y que deseo entregarte... - dijo el pelinegro

- ¡Nuestro bebé!... - dijo nerviosa la chica

- Exactamente... ahora dime si pudieras escoger, ¿qué te gustaría más?... - dijo el hacendado

- Eso no se escoge, pero... si fuera por mí... un niño... aunque conociéndolo mi señor... una niña sería lo ideal para usted... - dijo la ruborizada pelirroja

- Es cierto. En las mujeres yace un poder muy especial. El de crear vida. Así que entonces una niña... - comentó con una leve sonrisa el ojiverde

Orihime solo afirmó con la cabeza.

- Bien entonces mañana será. Me ocuparé de varias cosas pendientes que tengo. Dejaré que todos se tomen el día libre. Que no haya nadie en la casa. Te mostraré unas lindas hadas... buscaré... a alguien digno de tan linda mujer... - dijo el de pálida piel

Eso la estremeció. Pero pensó un poco las palabras de su esposo: "¿buscaré a alguien digno de tan linda mujer?". Nuevamente eran un enigma su oración. Cenaron en silencio. Solo coqueteando Orihime y Ciffer. Esté último se retiró a trabajar regalando un beso a la chica. A la mañana siguiente fue a buscar a aquella habitación llena de pequeñas luces algo. Una vez que escogió una está destello con una leve luz azul. Después fue a desayunar con su amada. Cuando todos se fueron felices de la propiedad el ojiverde tomó de la muñeca de su mujer.