Capítulo 9

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26 de febrero de 1804Puedo oír algunas murmuraciones y otros tantos gritos, sobre todo de hombres, pidiendo ser liberados

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26 de febrero de 1804

Puedo oír algunas murmuraciones y otros tantos gritos, sobre todo de hombres, pidiendo ser liberados. El lugar se encuentra en un estado repugnante. La lluvia de la noche anterior provocó que ahora el suelo, al ser de tierra, se haya convertido en barro. Las celdas no cuentan con camas, mesas, sillas ni ningún otro mueble. Están completamente vacías, salvo por las personas encerradas allí.

Hoy en la mañana, luego del desayuno, he logrado convencer a mi padre de otorgarle el perdón a Umi. Después de mucho insistir, lo conseguí. Mamá no está de acuerdo pero no puede hacer nada ante una orden dada por el mismísimo rey de Quaxon ya que, según las leyes, antes de ser padre o esposo el rey es rey. Sin importar el vínculo que nos una a un rey, debemos acatar sus órdenes.

Claro está que yo fui en contra de su orden al suplicarle que cambiara de opinión pero, en mi defensa, fue por una buena causa. No podía dejar a Umi morir. Es por eso que estoy siendo escoltada por Brais, Finn y el General Zadkiel hacia la celda de Umi en la cárcel de Quaxon.

Finalmente, luego de unos minutos, llegamos a la celda en la que encerraron a mi amigo. Se encuentra en un rincón, sentado en el suelo mientras se abraza a si mismo y murmura cosas sin sentido. Cuando el General Zadkiel abre la puerta de la celda, Umi se sobresalta y su rostro refleja miedo. Mucho miedo. Ha de creer que vienen a buscarlo para llevárselo a la horca.

El General le hace una seña a Brais y este ingresa a la celda acompañado de Finn, mientras Brais se agacha frente a Umi y comienza a hablarle, su mejor amigo se mantiene de pie a un lado de ellos, con la mano lista para sacar su espada en caso de que, en medio del miedo y terror, Umi decida atacar a Brais. Lo que es totalmente improbable. Umi nunca le haría daño a nadie. Ha pasado toda su vida soportando maltratos y burlas, sin embargo, nunca intentó vengarse o lastimar a otros. Él es una buena persona.

Observo con atención cómo Brais habla con Umi intentando tranquilizarlo y haciéndole saber que mi padre ha decidido dejarlo vivir. El alivio y la felicidad invaden a mi buen amigo en el momento en que descubre que le han otorgado el perdón. Una vez que le ha dado la noticia, Brais junto a Finn le quitan las cadenas a Umi y lo ayudan a levantarse. Al salir de la celda, corre con rapidez y se arrodilla delante de mí.


— Gracias. Gracias. Gracias. Gracias… —repite una y otra vez — Estaré eternamente agradecido con usted y le seré leal hasta el fin de mis días.


Después de que Umi me agradezca incontables veces por haber intervenido para que mi padre lo perdonara, emprendemos el camino hacia la salida. Me detengo abruptamente cuando uno de los prisioneros me toma por el brazo, atrayéndome hacia los barrotes de la celda. Luego sus fríos y ásperos dedos se colocan a cada lado de mi cabeza, y entonces lo veo.


<< —Un pajarito me ha contado que te gustan mucho los jazmines.

Asiento repetidas veces con la cabeza y mi sonrisa se ensancha aún más cuando me entrega un lindo jazmín blanco. Lo huelo y admiro su belleza. Amo los jazmines. Son mis flores favoritas.

Mi sonrisa se borra en el momento en que siento sus manos en mi cuerpo. Intento apartarme pero me detiene.

— Si te mueves, te quito la flor. —murmura en mi oído.

Abrazo con fuerzas el jazmín, apretujándolo contra mi pecho. No quiero devolvérselo. Es mío y es muy bonito.

Una sonrisa retorcida se forma en su rostro y sus manos continúan con el recorrido de caricias por todo mi cuerpo. Incluso por aquellas partes que mamá y mis institutrices dicen que un hombre no debe tocarle a una niña. >>

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