Capítulo 27

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23 de septiembre de 1806

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23 de septiembre de 1806

La sonrisa en el rostro de Dafne es inmensa mientras saluda al pueblo desde la comodidad de su carruaje. Todos los habitantes del reino se encuentran amontonados en cada rincón de la ciudad con la intención de ver a su reina, ya que está llevándose a cabo el Dilthan.

Hay dos carruajes que forman parte de la celebración. El primero está ocupado por Dafne y su esposo Isaac, y en el segundo están siendo trasladados los antiguos reyes: Azariel y Atenea. Son escoltados por una gran cantidad de soldados del ejército liderados por Finn, quien ahora es más conocido como el General Sucray.

Gian, Neisan y yo observamos desde las sombras hasta que la realeza comienza a acercarse a la plaza central de Quaxon, donde los esperan los reyes aliados que vinieron de visita y los gobernantes de cada Corte. Entonces hacemos nuestra aparición en el lugar.

Gian coloca nuestro carruaje en medio del camino impidiendo el paso de la realeza y sus escoltas. Minutos después, Neisan abre la puerta y me ofrece la mano para ayudarme a bajar. Desciendo del carruaje luciendo un vestido rojo con escote en v, cuya abertura culmina en el fin de mis senos, con pollera y mangas largas. Sobre mi cabeza descansa una corona de cinco puntas y en mi pecho coloqué el collar que Brais me regaló en mi cumpleaños número diecinueve.

— ¡Con ustedes, la reina Ivy! —anuncia Neisan, atrayendo la atención de todos —¡Inclínense ante su Majestad!

Las personas comienzan a inclinarse y arrodillarse a modo de reverencia en el momento en que chasqueo mis dedos y el fuego brota de ellos. Sonrío al escuchar a mi hermana a gritos ordenándoles ponerse de pie. Bajo la atenta mirada de todos a mi alrededor, camino hasta el centro de la plaza y clavo mi mirada en el monumento que inauguraron hoy en la mañana: una estatua de Azariel. En honor y agradecimiento a él. Frunzo el entrecejo, fingiendo estar confundida, mientras veo al pueblo.

— ¿Saben que idolatran a un monstruo?

Las llamas en mis manos crecen y extiendo los brazos en dirección a la estatua comenzando a quemarla. Veo por encima del hombro que unos soldados intentan acercarse pero se detienen cuando Neisan y Gian se interponen en su camino cubriéndome. Las llamas queman y consumen el monumento.

— Por favor, aplaudamos a Azariel Zhasmar —digo con una gran sonrisa y palabras cargadas de ironía —. El hombre que asesinó a toda una aldea y mató a dos personas frente a sus hijos, torturó hasta matar a un soldado que lo sirvió durante años. El gran hombre que abusó sexualmente de su hija cuando era una niña.

Hay un jadeo colectivo de sorpresa por parte del pueblo y los reyes aliados de Quaxon. Las murmuraciones comienzan y el fuego continua consumiendo la estatua mientras escucho los gritos de la realeza justificándose y desmintiendo lo que digo.

Siento una gran satisfacción al ver cómo el fuego consume la estatua, y experimento el deseo de que no sea una estatua sino él. Azariel Zhasmar ardiendo en llamas sería un lindo e interesante espectáculo que ver. Sus gritos de dolor, sus súplicas por perdón y su cuerpo retorciéndose en medio de las llamas que lo consumen.

Fuego y Cenizas ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora