11 de diciembre de 1805
El césped verde cubre todo el terreno y hay una gran cantidad de flores, de todos los tipos, tamaños y colores, grandes árboles y varias mariposas volando por el lugar. El cantar de los pájaros se escucha con claridad y el sol brilla con intensidad en el celeste del cielo.
Brais se encuentra de pie detrás de mí, sus manos se posan en mi espalda y empujan columpiándome en la hamaca que cuelga de uno de los tantos árboles. Nuestras risas se escuchan por todo el lugar y la felicidad que siento no me cabe en el cuerpo. De un momento a otro deja de hamacarme y volteo a verlo con extrañeza, sus ojos están clavados en el horizonte.
— Debo irme. —susurra, causando que mis ojos se llenen de lágrimas.
— No. Por favor, quédate. —suplico levantándome del columpio.
Estoy a punto de abrazarlo con fuerzas y rogarle que se quede aquí conmigo, pero en ese mismo instante todo desaparece, sumiéndome en la oscuridad. Y despierto. Las lágrimas inundan mis ojos y algunos sollozos escapan de mí. Es en este momento, al amanecer y no encontrarlo, que me doy cuenta de que él jamás volverá. Se ha ido para siempre y me ha dejado sola en esta oscura, cruel y dolorosa realidad.
Me acurruco, abrazando mi cuerpo, y comienzo a mecerme lentamente. Con la mirada perdida y en un estúpido intento de callar las voces de mi cabeza, entono una canción de cuna.
— Duerme, duerme, niña duerme —canto entre susurros sin dejar de mecerme —. Duerme ya, pequeña. Cierra los ojos y no los vuelvas a abrir.
●●●
13 de diciembre de 1805
Shane me empuja con demasiada fuerza provocando que caiga al suelo. Consigo raspones en ambas rodillas, un fuerte dolor en mi brazo izquierdo al caer sobre este y un golpe en la cabeza. Desde el suelo observo a Shane, que me mira con una expresión de furia.
Se dirige hacia donde estoy, dando grandes zancadas y se detiene cuando nos separan unos pocos pasos de distancia. Entonces se agacha frente a mí y lleva sus dedos a mi cabeza, posicionándolos a cada lado de esta y ejerciendo un poco de presión. Mi vista se clava en el blanco de sus ojos y los recuerdos hacen acto de presencia en mi cabeza.Cierro los ojos con fuerza en un estúpido intento de alejar las imágenes de mi mente, son recuerdos demasiado dolorosos. Las lágrimas no paran de caer, dejo salir varios sollozos e incluso gritos. No puedo soportarlo, es demasiado.
— Ya no quiero ver esto. Sácalo de mi mente —suplico con desesperación —¡Detenlo!
Pese a mis gritos y súplicas Shane no cede y la tortura continua. Grito, pataleo, suplico y me retuerzo del dolor pero él mantiene los recuerdos en mi cabeza, enseñándomelos uno tras otro sin ningún tipo de compasión.
— Apágalos, princesa —lo escucho decir —. Apaga tus sentimientos.
El dolor aumenta. Toma mi rostro con brusquedad, elevando mi mentón y veo sus ojos blancos durante unos pocos segundos antes que los recuerdos vuelvan siendo aún más dolorosos e insoportables.
— Apaga tus sentimientos — ordena —. Tienes que hacerlo. La única manera de sobrevivir es apagándolos. De ese modo nadie podrá hacerte daño.
Un grito cargado de dolor, sufrimiento y angustia abandona mi garganta. Ya no puedo soportarlo. Es demasiado.
Entonces las lágrimas cesan y el dolor se va, los recuerdos desaparecen y mis ojos se posan en los de Shane observándolo con seriedad. No hay rastros del dolor que experimenté segundos atrás, tampoco hay rastros de la gran tristeza que me embargaba desde la muerte de Brais. Mis sentimientos han sido apagados.
Porque Shane tiene razón al decir que la única manera de sobrevivir es apagando nuestros sentimientos. Sin sentimientos no hay decepciones. Sin sentimientos no hay sufrimiento. Y te da igual el daño que puedan hacerte los demás, porque ya no sientes nada. Estás vacía.
— Después de caer hasta el fondo, solo queda renacer de entre las cenizas como el ave Fénix y regresar más fuerte que antes —dice tendiéndome una mano para ayudarme a ponerme de pie —. Fuego y cenizas. Morir y renacer. De eso se trata, Ivy.
Mis labios forman una sonrisa retorcida, que se ensancha cada vez más hasta convertirse en una carcajada.He enloquecido. Ya no hay rastro de esa niña indefensa que todos utilizaban a su antojo, solo queda una loca desquiciada con sed de venganza.
ESTÁS LEYENDO
Fuego y Cenizas ✔
FantasiLos monstruos se crean, no nacen así. Y cualquier alma abusada y torturada no tendría tiempo de sanar. ••• De niños escuchábamos historias y cuentos de hadas en los que el bueno siempre ganaba, pero nunca nos paramos a pensar en qué llevó al villano...