Capítulo 26

30 9 3
                                    

21 de septiembre de 1806

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

21 de septiembre de 1806

—Tara Jefferson. 19 años. Es habitante de la Corte de Agua, primogénita, posee una excelente técnica en la lucha con espadas.

Asiento con la cabeza a medida que escucho cada dato que Neisan consiguió acerca de la muchacha con la que me enfrentaré en, posiblemente, muchas ocasiones. Solo bastaron unas pocas horas para que Dafne consiguiera un oponente para mí, además de su ejército. Busca reforzar su seguridad y encargarse de tener quién la defienda a ella y sus padres a la hora de la batalla, es por eso que busca nuevos guerreros. Es muy ilusa, ni con un millón de soldados podrá evitar que lleve a cabo mi venganza.

Nadie vencerá a la reina.

Larga vida a la reina.

Sonrío ante las palabras susurradas en mi mente. Nuestros actos tienen consecuencias y, tarde o temprano, estas llegan. Ellos arruinaron mi vida, se robaron mi inocencia y mis ganas de seguir adelante, me arrebataron al amor de mi vida. Apagaron la luz de mi mundo y ahora yo dejaré a su mundo sin luz. No importa cuánto tiempo tarde o cuánto pueda costarme hacerlo, voy a vengar la muerte de Brais. Me encargaré de que quienes lo dañaron, torturaron y asesinaron sedán en llamas.

—¿Qué se supone que está planeando? —pregunta Neisan confundido.

—Reúne la artillería para la guerra —respondo —, intenta asegurarse la victoria. Básicamente, si esto fuese un cuento, ellos serían los héroes y nosotros los villanos.

●●●

Sus brazos rodean mi cuerpo envolviéndome en un cálido abrazo, apretujándome contra su cuerpo y permitiéndome sentir su respiración en el cuello. Me aferro con fuerzas a él y rompo en llanto mientras ruego mentalmente que no me deje.

No hay un sueño en el que Brais no esté presente… y no hay un sueño en el que no lo pierda.

—Te amo. —susurra sobre mis labios.

—Yo te amo más. —respondo con lágrimas en los ojos.

Al instante todo desaparece y despierto, respirando agitadamente, en mi habitación en el castillo abandonado. Mi corazón da un salto del susto al encontrarme con Gian observándome, de pie a un lado de la puerta. Trago saliva con fuerza al ver una sombra pasar delante de mis narices a toda velocidad, aún sigo sin acostumbrarme a eso.

—¿Qué haces aquí? —inquiero mientras me levanto de la cama.

—Necesito hablar contigo.

Calzo mis pies y me coloco un abrigo, luego salgo al balcón de la habitación siendo seguida por Gian. Mientras que él opta por apoyarse en la barandilla y cruzarse de brazos, yo recuesto mi espalda en la pared y clavo la vista en el paisaje.

Al suroeste del castillo se encuentran los restos de una antigua ciudad, que estuvo llena de música, baile y alegría hasta que la guerra lo destruyó todo. Se pueden observar los restos de las viviendas que hace mucho tiempo estuvieron habitadas, y que un día un gran ejército dejó vacías para siempre. Las carreteras están destruidas, quebradas, y la mayoría de edificios son ahora solo escombros, uno sobre el otro. Las tiendas que formaban la calle del mercado desaparecieron casi por completo, dejando unas pocas telas esparcidas por la arena.

Fuego y Cenizas ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora