17 de febrero de 1804
— Padre, ¿puedo hablar contigo un momento, por favor?
Cada persona en la mesa dirige su mirada hacia mí al oírme hablar, interrumpiendo la conversación que mantenían. Mi padre enarca una ceja y esbozo una pequeña sonrisa nerviosa bajo su atenta mirada. Finalmente asiente con la cabeza.
— Claro que sí, pequeña. Vamos.
Me pongo de pie y lo sigo. Salimos juntos de la sala del trono, donde estábamos desayunando, y caminamos en silencio hasta el jardín principal del palacio. Repleto de flores y árboles, césped verde muy bien cortado y una gran fuente de agua. A lo largo del jardín hay varias estatuas y caminos de piedra que llevan al centro del lugar, donde se encuentra la fuente de agua y un amplio espacio cuadrado con varias mesas y bancos.
Papá y yo nos ubicamos en una de las mesas. Tomamos asiento allí y, al ver que no digo ni una palabra, mi padre me da una sonrisa alentadora. De esas que suele esbozar cuando no me animo a decirle algo, es como un “habla, pequeña. Te escucho, no hay de qué preocuparse”.
Siempre he sido la “pequeña” de papá, todo el mundo lo dice. Tanto la realeza como la nobleza y los ciudadanos de Quaxon dicen que soy la hija preferida en lo que respecta a mi padre. Y, aunque me gusta pasar tiempo con papá y saber que puedo confiar en él, muchas veces me resulta un poco molesto. Se centra demasiado en mí y deja de lado a Dafne, eso es algo que me entristece. A nadie le gusta sentirse desplazado o rechazado.
Creo que el odio que mi hermana ha expresado hacia mí durante el último tiempo se debe precisamente a eso. Dafne no ha tenido nunca la atención de nuestros padres. Papá se desvive por mí. Mamá no le expresa cariño a nadie pero, cuando Dafne comenzó a tratarme mal, empezó a tolerarla.
No puedo odiar a mi hermana por querer ser la favorita de alguien. Los seres humanos somos así, tan necesitados de atención y afecto que somos capaces de cualquier cosa con tal de conseguir, al menos, una pizca.
— Yo… quería hablar contigo sobre mi matrimonio con el príncipe Isaac.
Tengo la esperanza de que, al ser su consentida, papá me escuche y pueda ayudarme con mi petición. Mentalmente, ruego por que todo salga bien.
— ¿Hay algún problema?
— Sí. Comprendo que casarme con el príncipe de Sifnay traería grandes beneficios a nuestro reino, pero no quiero hacerlo. No quiero casarme con él.
Pronuncio las últimas palabras con los ojos cerrados, y los mantengo así durante unos pocos segundos en los que mi padre no dice ni una sola palabra. Los abro de inmediato en cuanto dice mi nombre, con un tono de voz cargado de seriedad.
— No veo por qué no querrías hacerlo, muchas jovencitas de tu edad darían lo que fuese para ocupar tu lugar —dice —¿Cuál es el problema? ¿Ha hecho algo malo?
En realidad, no hay nada de malo en él. Es apuesto y un buen partido, como dijo papá, muchas son las muchachas que mueren por casarse con él. El problema es que yo no formo parte de ese grupo, porque estoy enamorada de Brais. Lo quiero solo a él.
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Fuego y Cenizas ✔
FantasyLos monstruos se crean, no nacen así. Y cualquier alma abusada y torturada no tendría tiempo de sanar. ••• De niños escuchábamos historias y cuentos de hadas en los que el bueno siempre ganaba, pero nunca nos paramos a pensar en qué llevó al villano...