Sed de venganza

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Capítulo 40

Rin

Los hombres que llevaron la cuna y las demás cosas del bebé llegaron un poco más tarde de lo que habíamos previsto, pues, según ellos, el fraccionamiento era nuevo y no daban con la dirección. Nos ofrecieron armar todos los muebles, pero me negué ya que es muy pronto además de que tengo planeado cambiar el color en las paredes.

-Cuando ustedes decidan armar todo pueden llamar a la tienda y solicitar el servicio- nos dijo uno de los trabajadores.
-Muy bien, los llamaremos entonces- les respondió Sesshōmaru.

Después de haber llevado todas las cajas a la que sería la recámara de nuestro bebé, los hombres salieron de la casa...

La noche avanzó de prisa, después de haber cenado los tres, el señor Jaken nos deseó buenas noches para enseguida marcharse a su habitación, yo me ocupé de Yako, había estado corriendo por toda la casa pero ya era hora de llevarlo a dormir.

-¿Estás cansada?- me preguntó Sesshōmaru abrazándome por la cintura
-No, de hecho voy a darme una ducha, estoy toda sudada, me la pasé limpiando todo, es increíble cómo puede llenarse todo de polvo en tan poco tiempo- respondí saliendo de la habitación que sería de nuestro bebé para entrar en la nuestra.
-Ya te dije que no es necesario que hagas nada aquí, en estos días mandaré traer a Kaede para que se ocupe de eso- me siguió hasta el baño dispuesto a entrar en la regadera conmigo no sin antes ayudarme a despojarme de mi ropa.
-Y yo ya te dije que quiero ocuparme de mi casa por mis propias manos, la señora Kaede ya está muy grande y suficiente tiene con soportar a tu ma...- me interrumpí antes de terminar la tontería que iba a decir -la casa de tu mamá debe ser muy grande y me imagino que debe exigirle mucho a la señora Kaede- me aclaré la garganta un poco apenada.
-Sí, Irasue suele ser insoportable, digo, muy exigente- me pareció que se estaba aguantando un poco la risa pues parecía estarse mordiendo las mejillas.
-En fin, yo puedo limpiar la casa- dije firmemente.
-Es muy grande, Rin, además estás embarazada y no voy a permitir que te expongas ni tú ni el niño- ambos desnudos entramos bajo el agua caliente de la regadera.
-Apenas voy a cumplir un mes, así que puedo moverme con normalidad, puedo limpiar un día la planta baja y otro aquí arriba, las recámaras de huéspedes no es necesario que se aseen diario- insistí.
-¿Por qué tienes que ser tan terca, eh?- parecía divertido en lugar de molesto.
-El terco eres tú- reí un poco pegando mi cuerpo al suyo, sintiendo la temperatura de su piel que había aumentado por el agua -déjame hacerme cargo a mi, mi amor, te prometo que en cuanto el embarazo me lo impida, yo misma contrataré a alguien para que venga a ayudarme- no era ese tipo de mujeres que consiguen lo que quieren de sus parejas aprovechándose de su cuerpo,
pero algunas veces es la única manera para que Sesshōmaru me de más libertad -¿Qué me dices, eh?- comencé a recorrer con mis manos su perfecto y firme torso provocando que se estremeciera.
-Bien sabes que no puedo negarte nada, pero eso sí Rin, voy a estar muy al pendiente-

Asentí antes de besarlo siguiendo el ritmo que él imponía. Hicimos el amor, con mi espalda contra la pared, húmedos, con su hermosa cabellera pegada a su espalda, con los músculos de sus brazos definidos por el agua. Amo momentos como estos cuando nos entregamos por completo, cuando puedo sentir que soy suya y que él es mío, así, sin límites, sin reservas.

Nos quedamos sobre la cama con ropa interior después de salir de la ducha, nos secamos el cabello y para mí sorpresa, después de trenzarme el cabello y pedirle a él que me dejara hacer lo mismo con el suyo, me lo permitió, es tan bueno conmigo, siempre dejándome hacer lo que quiero, no sé qué haría sin él.
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Narradora

Casi trece horas arriba del avión soportando las miradas de su padre, Sara aún hervía de coraje cuando un taxi los dejó en el lujoso Festländisch Hotel de Berlín. El reloj en su muñeca marcaba la 1:30 de la madrugada, el frío de aquella ciudad europea calaba en los huesos, casi tanto como la mirada esmeralda de su padre.
Entraron a su apartamento en silencio, dos empleados del hotel metieron los equipajes dejándolos en la estancia; el pelirrojo les agradeció tan amable como le fue posible para después cerrar bajo llave la puerta de entrada.

Un seductor enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora