El inicio de todo.

3.1K 136 14
                                    

Capítulo 3

Rin

Intento no llorar, no puedo creer lo débil y ridícula que soy, solo conozco a este hombre desde hace casi un año, cuando Inuyasha y Kagome me lo presentaron por primera vez, después de eso, hablé con él de cosas sin importancia solo un par de veces, una noche a su lado y heme aquí, con el corazón a mil y un nudo en la garganta, mientras que él debe estar pensando en esa mujer y la manera en la que tendrá sexo con ella en cuanto yo me desaparezca. Estaba decidida a irme, ya no quería pisotear mi orgullo y dignidad aún más de lo que ya lo había hecho, por unas horas, creí que estaba en uno de esos dramas coreanos que tanto me gustaban, ¡es culpa de esas historias románticas! provocan que las personas crean en puras tonterías, pero ya no más... fue suficiente para mí.

Cuando puse mi mano sobre la cerradura, sentí sus brazos rodeándome por la cintura...

-Perdoname muñeca, tienes razón, no debí comportarme así allá abajo cuando vi a Sara, no volverá a suceder, te lo prometo, pero por favor... no te vayas- al término de sus palabras, giró mi rostro para poder alcanzar mis labios y besarlos quédate ¿si?-

-Lo siento, Sesshōmaru, pero creo que nos apresuramos demasiado, solo pasamos una noche juntos y yo no puedo obligarte a cambiar tu vida ni tus costumbres, soy una tonta, pero no es tu culpa, es mía, porque... lo intenté, pero no puedo ser como las mujeres con las que acostumbras a estar, yo no funciono así, ellas tal vez están bien con presumir a sus amistades que tuvieron una noche de pasión contigo, pero no es mi caso, allá abajo me dí cuenta de que esa mujer te gusta, la devorabas con la mirada, no seré yo quien te impida seguir tus instintos-

-No Rin, sé perfectamente que tú no eres ese tipo de mujer, lo que viste en la entrada del edificio fue mi error, Sara en una mujer que conozco desde que éramos adolescentes, sí, es especial para mí pero no de la manera que tú crees, te prometí intentar que esto funcionara ¿sabes por qué?-

-No- le respondí con un hilillo de voz

-Porque desde la primera vez que apareciste en la casa de mi padre, desde ese momento, me tienes a tus pies, mientras te escuchaba hablar, mientras observaba tu manera de ser, me atraías más y más porque me dí cuenta de la enorme diferencia entre tú y todas las mujeres con las que he tenido algo que ver, no sé si me enamoré de ti pero siempre que te ibas, me quedaba deseoso porque Inuyasha y su novia regresaran llevándote con ellos y volver a ver tu hermosa sonrisa- sentía su aliento en mi oído mientras aspiraba el aroma de mi piel.

-Sesshōmaru, yo...-

-Tú eres una mujer que merece ser amada, te mereces todo en este mundo y quiero ser yo quien te lo de, quiero ser el causante de tu hermosa sonrisa, quiero ser merecedor de esos dulces labios que me vuelven loco con cada beso, quiero ser el único que acaricie la piel de todo tu cuerpo- con cada palabra sentía que la fuerza de la razón me abandonaba    -por favor... no te vayas, dame la oportunidad de enmendar este error, te prometo que si me lo pides, no volveré a hablar ni a mirar a ninguna otra mujer que no seas tú, pídemelo y te juro que lo haré, haré todo lo que me pidas-

No pude resistirlo más, le dejé girar mi cuerpo hasta estar frente a frente, sus labios buscaron con desesperación mis labios, fundidos en aquel beso, nos fuimos entregando a la pasión, quitándose mis cosas y arrojándolas al suelo, me llevó hasta uno de los mullidos sillones blancos, se sentó en él para atraerme a su regazo sin dejar de besarme y tocar mis piernas, las recorría con suaves caricias al mismo tiempo que apretaba la carne de mis muslos, no pude hacer más que dejarlo saciarse de mi.

Sentí su mano metiéndose bajo mi camiseta acariciando mi abdomen hasta subir a la curva donde iniciaba uno de mis senos, me había puesto un sostén con el broche al frente, fue mucho más sencillo para él desabrocharlo dejando mi piel expuesta, levantó la tela para bajar su boca hasta uno de mis pezones y comenzar a lamerlo al tiempo que me daba pequeñas mordidas, su mano jugueteaba con el otro, pellizcando y apretando toda su redondez, nuestros jadeos se intencificaron aumentando el libido del momento.

Un seductor enamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora