1. Breakfast

239 15 0
                                    

Haisai Langa!

Tú escribías un diario para practicar la escritura japonesa, pues yo voy a utilizar un método parecido para... bueno, intentar, pues, creo que ya lo puedes suponer o tal vez no. No importa, lo entenderás muy pronto, lo sé.

Te imagino poniendo esos morritos de agobio que pones a veces cuando no entiendes qué quiero decir y estoy sonriendo nada más al pensarlo.

De verdad que espero que nos podamos volver a reír juntos muy pronto al rememorar estas anécdotas que te voy a enviar a tu email, una cada día, durante el mes de septiembre.

Pensarás que es un propósito complicado de cumplir, pero somos skaters, eso nos enseña a no rendirnos hasta llegar a nuestra meta. Así que confía en mí. Pedir esto es complicado porque, aunque te puedo dar mil motivos para que lo hagas, tú no estás preparado para creerme.

¿Que cómo tengo tu email?, te estarás preguntando. Tú mismo me lo diste.

He podido escribir esto sin llorar, ves, me voy haciendo fuerte, creo que es la primera vez que pienso en lo que nos pasa, en lo que te pasa, y mi decisión en ayudarte vence a mi sentido de automiseria.

Ya no me enrollo más, que no quiero que dejes de leerme porque te aburran mis rayadas.

Día 1. Breakfast.

Entre todo lo que hemos vivido juntos, lo primero que he pensado rememorar es aquel día que viniste temprano a casa a preparar crepes. Hay sucesos más importantes, que nos marcaron más, pero no sé porqué desde el momento en que se me ocurrió este plan de los emails, fue mi primera idea de qué escribir, así que me dejaré llevar la inspiración.

(Me gustaría poder incluir un meme aquí)

Seguro que has sonreído, o eso espero.

Vuelvo con mi historia.

Debo precisar que no viniste a cocinar tú los crepes, sino que mis hermanas se pusieron muy pesadas con el ruego de que las enseñaras a preparar esa tortitas francesas desde que se me ocurrió decir durante un desayuno que tú sabías cocinarlas. Estaban día, tarde y noche:

—Onichan, onichan, que Langa nos enseñe a cocinarlas.

Al tercer día, no pude más y te lo pedí no sorprendiéndome para nada que aceptaras. Sabía que ibas a decir que sí, por eso te pedí perdón antes de preguntarte, porque creo que no podías imaginar en lo que te metías.

Mamá, quiero decir, mi madre se contagió del entusiasmo de mis hermanas y mi abuela también, así que aquel miércoles que apareciste por la puerta de mi casa a las siete, yo mismo te abrí volviéndote a pedir perdón, antes de que las gemelas te agarraran de las piernas y mi tercera hermana del brazo derecho, mi abuela del izquierdo y te arrastrasen a la cocina donde mi madre te esperaba con todos los ingredientes que tú me habías pedido y que ella había comprado el día anterior en el supermercado.

Allí estábamos siete personas apretadas en la pequeña cocina de mi casa, con la calor que hacía, yo queriéndome morir de vergüenza cuando mi madre empezó a decir cosas del tipo:

— ¡Qué cocinero más guapo nos va a preparar hoy el desayuno!

Y tú en vez de sonrojarte, le respondiste todo educado:

—Gracias.

No pude evitar reírme.

De la nada mi abuela sacó un delantal y te lo puso, y las gemelas... bueno, las llamaré por sus nombres, aunque me temo que no lo recuerdes. Nanaka y Chihiro, quisieron empezar a abrir los paquetes de harina y azúcar, y mi madre parándolas, mientras, Koyomi, esa es la hermana que me sigue en edad; sacaba una libreta y un bolígrafo y te pedía que le recitaras la receta. Tú en mitad de todo ese circo, me buscaste en silencio con la mirada pidiendo auxilio. Ni lo dudé.

—Chicas, chicas, —les hablé a mi madre, mi abuela y a mis tres hermanas—, no le agobiéis de esa manera, sino se irá.

—No, onichan, te equivocas —me rebatió Koyomi—, si se le nota que está super cómodo, si está todo callado.

—¡Por eso y no ves que tiene cara de pánico!

—Yo no tengo miedo...—me desmentiste porque claro, lo cierto es que no tenías miedo, solo agobio.

Me tuve que reír mientras te daba un codazo amistoso al lado.

—¡Queremos comer crepes, queremos comer crepes! —empezaron a gritar a coro Nanaka y Chihiro.

—Dejad a Langa tranquilo —entró mi madre a poner paz —, sino no saldrán ricas las crepes.

—¿No saldrán buenas? —preguntó triste Chihiro.

—Saldrán sosas y con la textura de neumáticos de coche desinflados —les aseguraste tú y en ese momento todas las mujeres de la cocina hicieron ¡Ohhhhh!, aunque creo que yo también lo hice.

Es que es tan raro que tú hagas bromas, bueno, hicieras.

Pues ese día, al fin, te permitieron tener un hueco, y tú empezaste a explicarnos cómo se preparaban las crepes de la forma más sencilla que existe, haciéndolo tú mismo.

Recuerdo que le di un tirón de las coletas a Koyomi cuando la primera crepe te salió mal y yo le expliqué con desaire que la primera siempre sale mal, Eso me lo habías explicado tú cuando me contaste que cocinabas a veces crepes los domingos.

Me gané un coscorrón de mi madre por tirar de las coletas a Koyomi, pero es que se lo merecía.

A ti te supo fatal verlo porque sí, tus padres nunca te han puesto la mano encima y noté que ibas a decir algo, así que tuve que mediar rápidamente y pedirte que me dejaras preparar la siguiente.

Mientras me guiabas en como echar la masa a la sartén, te susurré bajito:

—Créeme, con cuatro hijos como nosotros, tiene más que paciencia.

No te convencí, claro.

Me salió más o menos decente y tú me alabaste porque mi habilidad, yo me sonrojé, afortunadamente al estar de espaldas, ellas no lo vieron, sino seguro que se hubieran burlado, sobre todo Koyomi que hubiera empezado con lo de,,, ¡Ah, lo dejo, lo dejo!

Koyomi hizo un desastre y yo fui tan buen hermano de no burlarme. Sabía que a tí no te hubiera gustado.

A las gemelas les ayudó mi madre y sacaron algo pasable.

Al fin quien más cocinó fue Koyomi porque le estuvo intentando e intentado hasta que le salió perfecta y la alabamos tanto que se entusiasmó e hizo casi veinte.

De hecho siguió preparando mientras todos estábamos ya en la mesa desayunando.
Yo quise pararte cuando te ofreciste a enseñarles como preparabas otras comidas occidentales, pero me aseguraste que te habías divertido muchísimo ese día y que había sido un placer desayunar con mi familia.

Aún no sé si fuiste de todo sincero, porque por la forma en que me miraste solo a mi al decir éso, creo que querías decir que había sido un placer desayunar conmigo y mi corazón latió muy fuerte mientas una dulzura mayor que la de las crepes me envolvía.

Notas:

Gracias a todos por leer.

Es la primera vez que participo en un reto así, y aunque puede no es un reto Renga específicamente, no he podido evitar escribir sobre ellos.

Van a ser anécdotas contadas por Reki y enviadas por email a Langa con un fondo que las relaciona todas entre sí. Poco a poco iré revelando qué sucede.

Nos leemos.

Cada día de septiembre  Sk8. Renga ( Completado ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora