22. Fall/ Autumn

25 7 0
                                    

Aún no sé como Tadashi no me ha llamado para echarme una super bronca tras lo que he escrito en mi último email. Supongo que ya me deja escribir mis devaneos con libertad porque ninguno te va a llegar.

Como te conté hace un par de correos creo que esto me está sirviendo a mí de mucho porque si lloro mientras escribo lo que te extraño, luego me siento más calmado, más en paz. Es una sensación temporal, claro, porque nada ha cambiado y tú sigues estando igual de inalcanzable.

Y pensar el drama que me monté a mí mismo cuando el año pasado por otoño te fuiste quince días a Canadá. ¡Dos semanas tan solo! Me parece ahora tan poco tiempo, solo un pestañeo, en comparación con estos cinco meses que han pasado ya desde ese día en que patinaste por última vez pensando en mi, desde ese día en que me olvidaste.

Pero antes no era así, no. Estabas pensando todo el tiempo en mi y yo en ti, daba igual si no estábamos juntos, como cuando estuviste en América.

Recuerdo que una tarde estaba en mi turno de Dope Sketch, cuando llegó un notificación tuya en mi móvil. Era un video. Duraba casi diez minutos y no me mandaste ningún mensaje más, ni siquiera un „hola". Era tan típico de ti ser tan expeditivo.

Cada video que me mandabas yo tenia la urgencia de abrirlo al instante. Me habías mandado varios con imágenes de allá, para darme a conocer donde creciste. Sin explicaciones, sin voz, solo el ruido ambiente, ya fuera una calle, una tienda, un río. Además con una calidad pésima, o muy oscura o muy clara la imagen y desenfocadla. Desde luego como camarógrafo no tienes mucho futuro.

Así que cuando recibí ese video lo abrí al momento, aprovechando además la circunstancia de que no había clientes y que el manager Oka había salido a un recado.

Le di al play lo primero que me sorprendió es ver tu rostro. Ibas con un gorro de lana y una bufanda al cuello.

—¿Estás grabando ya? —preguntaste y escuché como la voz de tu madre te respondía que sí.

Por eso tenía por una vez buena calidad la imagen. Me reí mientras me sentaba en uno de los taburetes de la tienda pensando que tu madre era muy amable por prestarse a grabar un video para un mi.

—Reki —hablaste a la cámara —¿recuerdas cuando me contaste que en Okinawa no hay otoño, que el verano pasa directamente al invierno? Bueno, pues, quiero enseñarte lo que es el otoño en Canadá.

En ese momento te apartaste y me quedé boquiabierto cuando vi donde estabas.

Era un sendero que pasaba entre unos arboles altos y todo era dorado por el efecto de las hojas secas de los árboles que bien se habían caído o estaban a punto de hacerlo. Había diferentes tonalidades de dorado, empezando por rojos, carmesí, naranja, marrón, cobre, amarillos, beiges. Algunas hojas aún mantenían un tinte verde pero sin vitalidad. Los rayos del sol del atardecer, incidían a través de las ramas de las copas de los árboles y proyectaban sombras caramelo sobre el suelo que enteramente estaba cubierto de esas hojas, como formando un manto cálido a la tierra.

—Es tan hermoso —murmuré emocionado aunque estaba solo y tú no me podías oír.

Oía tus pisadas sobre las hojas y también las de tu madre mientras se desplazaba para ir mostrándome como iba variando la luz y los colores en aquel bosque otoñal.

—¡Okasan, una ardilla! —gritaste excitado y la cámara giró violentamente buscando entre los árboles.

—¿Dónde, dónde? —preguntaba tu madre.

—¡Allá, a la izquierda! ¿La ves?

—No, no, ¡Sí! ¡Ahora sí!

—¿La grabas?

—Sí, sí.

Forcé la mirada en la pequeña pantalla del móvil y al fin la vi. Una cosita marrón claro, con un pelaje suave y una cola larguísima que saltaba de rama a rama.

—¡Ay, qué cosa tan bonita! —exclamé emocionado.

—A ver si tenemos suerte y vemos erizos —oí que decía tu madre.

—Enfócame —le pediste a tu madre. Así lo hizo ella y vi que sostenías algo en tu mano. Era una hoja muy grande.

—Mira, Reki, esta es una hoja de arce, y como recordarás por la exposición de inglés —soltaste una risita y yo también lo hice al recordar la pesadilla que fue la preparación de aquella exposición sobre Canadá —, pues está en nuestra bandera. Pero sabes, esta en concreto con su color anaranjado y sus puntas me recuerdan a tu pelo, así que la voy a llamar Reki.

—¿Solo por el pelo? —dijo tu madre riéndose—Creo que podrías dibujar su cara en ella.

—¿La de Reki? —quisiste asegurarte que habías entendido la propuesta de tu madre.

—Sí

Pusiste expresión de estar meditando y yo me empecé a reír, porque cielos, tus cualidades artísticas son, para no enseñarse, no precisamente tu fuerte.

—¡Lo haré! —aseguraste al final todo convencido.

Solté una carcajada porque, cielos, eso lo quería ver yo.

El video continuaba un par de minutos más, mientras los dos paseabais y me mostrabais las hojas y los árboles.

—Se va haciendo hora de cenar —dijo tu madre y hasta el anuncio de comida, tú fuiste rápido en acabar la filmación. La cámara te enfocó de nuevo y tú me dijiste:

—Espero que te haya gustado, Reki y espero que puedas venir pronto a verlo aquí a mi lado, conmigo.

Así acababa el video.

Iba a darle de nuevo a reproducirlo pero vi que estabas en línea y rápidamente tecleé:

—¡Quiero ver la hoja con mi cara!

Empezaste a escribir, paraste, empezaste de nuevo. Te quedaste de nuevo offline y de pronto me mandaste una foto.

La abrí expectante y solté una carcajada porque mis hermanitas sin duda lo hubieran hecho con más detalle.

Con un rotulador negro habías dibujado una sonrisa enorme, dos ojos también enormes y dos líneas que lo cruzaban arriba que supongo era mi banda del cabello.

Si no fueras tú hubiera pensado que era una broma, pero yo sabía que lo habías hecho con toda tu mejor intención.

—¡Me encanta!

Y te mandé ocho corazones.

Empezaste a escribir de nuevo, paraste, volviste y me mandaste:

—Es muy difícil dibujar sobre una hoja de arce.

Solté una carcajada más grande aún.

—Claro, claro, pero te ha salido bastante bien.

—¿Tú crees?

Por supuesto que no lo creía, pero era algo tuyo, dedicando a mí, y eso le daba más valor que cualquier cuadro en un museo.

—Tráetela de vuelta a Japón, por favor, la quiero poner en mi cuarto.

Y cumpliste mi deseo y ahí está, protegida con un marco con cristal, colgada al lado de una foto de nosotros, el selfie que nos hicimos tras nuestro Beef.

Algún día, cuando vaya a Canadá, intentaré reproducir esa foto en una hoja de arce.

Cada día de septiembre  Sk8. Renga ( Completado ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora