| 𝟯𝟲 |

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Alexandra estaba tumbada en el suelo

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Alexandra estaba tumbada en el suelo. Sus brazos por debajo de su cabeza y las piernas flexionadas, pegadas a su cuerpo.

Otra vez los habían torturado.

Insistían por información, querían saber dónde se encontraba Regulus, la familia de Sam, y datos sobre la Órden, aunque no insistían tanto con esto último.

Ninguno había dicho palabra alguna, y eso había traído consecuencias.

Las cosas se estaban complicando.

Alexandra tenía una constante sensación de fiebre, escalofríos y demasiado dolor de cabeza. Su cuerpo estaba cansado, sus piernas se habían debilitado de tanto estar sentada o acostada, y los brazos le dolían, al igual que su rostro luego de la golpiza.

Sam se encontraba igual que ella, tal vez peor. El chico había soportado más maldiciones que ella. Varios cortes y heridas se veían en su rostro y brazos, su piel se encontraba pálida y la constante sensación de frío tampoco lo ayudaba.

Ya habían perdido la cuenta de los días encerrados. Allí abajo no había luz de ningún tipo, y no podían calcular cuándo era de día o de noche. Además, mucho del tiempo se la pasaban durmiendo, ya que el cansancio aumentaba con el paso de las horas.

Alex gimió por lo bajo y apretó sus puños al sentir una punzada en la boca de su estómago.

Se tumbó boca arriba, rogando que esa posición calme un poco el dolor. Miró hacia atrás, Sam se encontraba temblando y mucho más pálido que antes.

Alexandra se sentó haciendo una fuerza descomunal, suspiró y apoyó las palmas de sus manos en el suelo para poder arrastrarse hasta el chico.

Por suerte, Sam no estaba pegado a la pared y se encontraba más cerca de lo que tendría que estar, eso le facilitó las cosas para llegar a él.

Alexandra tocó la frente del chico, se encontraba caliente y con una pequeña capa de sudor. Acomodó su cabello rubio y tomó la botella de agua al mismo tiempo en que él abría sus ojos.

–¿Ya me morí? –preguntó burlón.

Alex lo miró mal, aunque reprimió una pequeña sonrisa.

–No digas eso. –abrió la botella. –Tienes fiebre, ¿te sientes muy mal?

Sam relamió sus labios resecos y negó con su cabeza, mintiendo un poco. Se sentía en el infierno, pero podría ser peor.

–No, estoy bien. –murmuró. –¿Tú? Te ves mal. –se preocupó.

–Estoy bien. –le sonrió cortamente.

Sam frunció su ceño al ver que ella comenzaba a revisar sus heridas y sostenía la botella de agua en su mano, analizando qué lugar se veía peor para limpiarlo y evitar infecciones.

THANTOPHOBIA; James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora