❝Tipo de ansiedad que tiene que ver con el miedo a la muerte, el proceso de morir o perder a un ser querido.❞
Con la llegada de la guerra, James Potter tiene miedo de perder a las personas que ama.
Hay gente que tiene miedo de morir, el simple hecho...
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“Peter:
Hola, tal vez te extrañe un poco el hecho de que envíe una carta. No sucedió nada, aclaro antes de que te preocupes o algo.
Sólo quería saber si te encontrabas bien o necesitabas ayuda en algo. Comentaste que tu madre está enferma, y quería que sepas que tanto los chicos como yo estamos aquí para ayudarte en lo que sea.
Si quieres, una de estas tardes puedo ir a tu casa y darte una mano en lo que necesites. Sólo debes escribirme y allí estaré.
Espero que uno de estos días puedas venir a casa de James, Remus nos visita muy seguido, te extrañamos.
Cuidate, por favor. Las cosas están complicadas.
–Alex.”
La chica metió el pergamino dentro de un sobre para poder enviar la carta al rubio. Luego de asegurarse de que la lechuza de los Potter partiera, tomó su abrigo para poder salir de la casa. James la esperaba afuera, y al ver a la chica sonrió automáticamente.
–¿Vamos?
–Si, ya envié la carta.
El azabache tomó su mano y en cuestión de segundos se aparecieron en el callejón cercano al centro de Londres.
James había insistido en comprar esos pijamas a juego de los que tanto habló en Hogwarts, y Alex no pudo negarse ante su emoción.
–No te preocupes por él. –dijo James abrazándola por la cintura.
–Intento, pero está actuando extraño. –dijo con una mueca. –¿Siempre actuó así?
–No, nunca. –dijo algo preocupado. –Tal vez la cuestión de la guerra lo afectó un poco, él siempre fue muy sensible con esos temas.
–Puede ser.
Alex tomó un cigarro del bolsillo de su abrigo y lo encendió mientras ambos continuaban caminando. James la tomó de la mano para caminar hasta la tienda que había visto.
–Bien, yo eligiré los pijamas.
–No compraremos los que tienen dibujos de ciervo.
James la miró con una mueca triste y soltó su cintura para cruzar sus brazos sobre su pecho, ella rió levemente y le dió una calada al cigarro.
–¿Por qué no? Nuestros patronus son unos lindos ciervos, y yo también soy un lindo ciervo.
–No sé si eres un ciervo tan lindo.
El chico chilló dramáticamente e ignoró su mirada, haciéndose el enojado. James se concentró en mirar al frente suyo con un porte serio, intentando parecer intimidante.
