𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟱

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Samantha y Harry lo miraron de forma asustada, James simplemente sonrió con nervios y sacudió su cabello.

–Bien, esto es lo que haremos. Ustedes se irán a casa de sus padrinos y se refugiaran allí.

–No podemos dejarte solo, papá. –exclamó el menor.

–Podré manejarlo, Harry.

–Absolutamente no. –se negó la niña de diez años.

–No dejaré que pasen por esto, deben irse, prometo que los llamaré.

–¿Y si nuestros padrinos vienen? –opinó la niña.

–No los involucraré en esto, deben ir con ellos.

Harry miró a su hermana con duda, la pequeña pelirroja suspiró con nervios y asintió con su cabeza resignada.

–¿Estarás bien, papá? –interrogó el niño.

James sonrió y se colocó de cuclillas frente a ellos, asintió con su cabeza y besó sus frentes con cariño.

–Estaré bien, vayan.

Los menores se dirigieron a la chimenea y tomaron un puñado de polvos flu para luego marcharse a casa de Sirius y Remus y refugiarse allí.

James limpió sus manos contra sus pantalones, ya que se encontraban sudadas.

Miró la escaleras con nervios y comenzó a subir por las mismas de forma dudosa.

La situación era crítica, por un momento creyó que marcharse de allí era buena idea, pero la desechó al instante. No podía ponerse nervioso y tener miedo de aquello, sería estúpido.

Vamos, él había luchado contra el mismísimo Voldemort y había peleado contra mortífagos, entre otras cosas, ¿por qué le temería a algo así?

Sacudió su cabeza y caminó hasta la habitación, del otro lado se encontraba... su peor pesadilla, literalmente hablando.

James tomó una bocanada de aire y cerró sus ojos al momento de colocar la mano en la perilla. La giró suavemente e ingresó, una vez dentro, abrió sus ojos y cerró la puerta.

Escaneó la habitación, la ropa estaba fuera de lugar, había demasiado desorden y se notaba que habían buscado algo, por lo visto sin éxito alguno.

Miró hacia aquel punto de la habitación, y se sobresaltó un poco al ver aquello que tantos nervios les había causado a sus hijos y a él.

Su respiración se atascó en su garganta al ver sus ojos mirándolo fijamente, transmitían enojo.

Lo peor que le pudo haber pasado en la vida se encontraba allí, mirándolo con ganas de quitarle la vida.

Alexandra, pero no cualquier Alexandra, Alexandra en sus días rojos.

La pelirroja estaba cruzada de brazos y con el ceño fruncido, llevaba su pijama y el cabello revoltoso.

–Hola.

Alex entrecerró sus ojos y suspiró frustrada.

–¿Cómo te sientes?

–Quiero matarte.

James apretó sus labios para no reír, ya que ese sería su fin.

–Me voy a acercar ¿está bien?

Alex arrugó su nariz y miró como el chico se acercaba a él con las manos en alto. Un paso tras otro, de forma lenta.

–¿Buscabas algo? –preguntó el azabache señalando el desorden.

–¡Por supuesto que estaba buscando algo! –exclamó enojada. James se sobresaltó y dió dos pasos hacia atrás. –¡Había guardado un chocolate! Lo dejé perfectamente escondido allí. –señaló la mesa de noche. –Y alguien... –recalcó la segunda palabra. –... lo tomó sin mi permiso. –recalcó el "mi".

THANTOPHOBIA; James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora