Cuando terminamos de arreglarnos de verdad parecíamos una pareja de un cuento de hadas. Además del vestido blanco, mi cabello azulado estaba suelto a mi espalda, con un cintillo de pedrería artificial a mitad de la frente, rodeando mi cabeza.
Axer tomó mi brazo con galantería. Nadie podía decir que no el príncipe encantado sin espada, rubio e impecable, hermoso como si el mismo sol hubiese escogido sus facciones; pero sin importar cuántos disfraces se probara, nada borraba el aura de villano que desbordaban sus ojos cada vez que los guiñaba para mí.
Mi escolta me llevó al salón donde las sillas del auditorio habían sido removidas y solo quedaba a la vista la mesa de pasapalos y la decoración.
En la tarima, donde antes Axer había hecho su prueba, ahora estaba una orquesta que combinaba instrumentos de cuerda, piano y percusión, animando la fiesta como solo había visto suceder en eventos memorables televisados, o descritos en libros.
Mientras Axer hablaba con uno de sus profesores que lo felicitaba, me acerqué a una de las mesas de pasapalos para disfrutar de todo. Dice la biblia que es mejor arrepentirse de lo que se vomita, que de lo que no se comió.
Así que uno a uno fui probando los tequeños con distintos rellenos, los panes picados en triángulo con diablito, las salchichas con salsa rosada y las empanaditas de carne molida.
Qué irónico que entre tanto diplomático y extranjero, celebraran respetando la gastronomía venezolana. Solo faltaba el plato de caraotas.
Había una nevera de refrescos de acceso libro, así que la abrí para escoger alguna malta con la cual pasar los pastelitos, pero justo en ese momento me vibró el teléfono que había escondido en mi escote para no cometer el tierruismo de llevar mi bolso descombinado encima.
Saqué mi celular, rogando que nadie hubiese notado cómo me metía la mano en las tetas y que no pensaran que me estaba guardando comida ahí.
Antes de contestar ya había visto que era una llamada de María.
Y yo que todavía guardaba la esperanza de que fuese Soto.
Respiré hondo y decidí contestarle a mi amiga como se debe.
-¡Amiga! -contesté conteniendo la emoción-. ¡Si te contara dónde estoy!
-¿En Las Vegas? Dime que no estás en Las Vegas sin mí porque te juro que te mato.
-Nop. Mejor.
-A ver...
-Te cuento después. Nos hace falta vernos para ponernos al día con muchas cosas.
-Para eso mismo te llamaba, tengo algunas cosas qué contarte pero después del juego de Stop tú y Soto se olvidaron de mi existencia. Hay que cuadrar para hacer algo, ya que tú no te dignas a ir a clases...
Uff, otra más a la que tenía que explicarle de mi noviazgo.
-Claro que sí, te llamo después que ando un poquito ocupada, pero ya cuadramos luego.
Colgué y giré sobre mi propio eje para apartarme de la mesa de bocadillos, sobresaltándome al ver al muchacho detrás de mí, quien por desgracia me agarró con la boca llena.
Era un chico tan rubio como Axer, pero sus rasgos se me hacían más ingleses que rusos. No iba disfrazado como yo, tenía un traje elegante moderno, y a decir verdad le quedaba bastante bien. Solo con su perfume, los zapatos y el reloj que usaba me di cuenta de que era alguien en una alta posición económica.
-¿Disfrutando de la fiesta? -me preguntó.
-Ujum -asentí, intentando tragar más rápido.
-¿Son ideas mías o te he visto con los Frey?
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Nerd: obsesión enfermiza [Libro 1 y 2, COMPLETOS] [Ya en físico]
Mystery / ThrillerSinaí Ferreira no debió haber interferido en los secretos de los Frey; por desgracia, se obsesionó locamente con uno de ellos, y haría cualquier cosa para conseguirlo. Ruso. Peligrosamente atractivo. Un prodigio. Adicto a revivir personas. Axer Frey...