59: La primera piedra

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Soto

"El que esté libre de pecados que lance la primera piedra"

El mantra de Soto.

Él mismo podía reconocer que era un criminal. Salvaba mujeres y niñas de los lobos disfrazados de ovejas que podían devorarlas, pero cometía muchos crímenes en el camino. Y no se arrepentía, porque solo Dios, su Dios, podía juzgarlo.

Y, al final, su fin justificaba los medios.

Pero, lo que le hizo a su amiga, lo tenía todavía más indiferente que el resto de sus fechorías.

Le dolía en las tripas haberla lastimado y perdido, pero sentía que el motivo era una estupidez y que, de hecho, ella no tenía un techo precisamos sólido para ponerse a lanzar piedras al de él.

No era nadie para tirar la maldita primera piedra, pero le lanzaba toda una artillería completa como si él fuese la personificación de Satanás en su vida.

Y ahí estaba, besando a Axer delante de todo el salón con la propiedad que solo una novia posee.

Soto supo que lo hizo para molestarlo, para herirlo.

Pero a Soto no le importó, no como pensó que ella esperaba que le afectara. Porque por mucho que él deseara a Axer y no a ella, por mucho que le ardiera de disgusto verlos besarse como en una, realmente estaba mucho más enfocado en otras cosas como para dejar que eso le afectara más de unos segundos.

Cuando ella se sentó, el muchacho aprovechó un momento de distracción para ocupar el asiento vacío a su lado justo cuando el chico al otro lado se inclinaba hacia Sina para decirle, en tono de coqueteo:

—Oye... ¿y de qué liceo vienes tú?

—De Hogwarts —respondió Soto interponiéndose, lo cual el extraño recibió volviendo a su posición original y la vista hacia la profesora.

—Tú quieres coñazo, definitivamente —espetó Sinaí mirando a Soto con un juramento agresivo en la mirada.

Su cabello azulado estaba recogido en una coleta despreocupada de la que escapaban un par de mechones, con unas orejas de gatito a modo de cintillo. Llevaba un suéter negro encima del uniforme, pero había cambiado tanto como persona que ya no lo usaba para esconderse a la vista pública, sino como un complemento a juego con su estilo oscuro, el delineado pronunciado y la gargantilla delgada.

Aquella vez que Soto le insinuó que gracias a él se había convertido en esa mejor versión de sí misma, hasta él comprendía que había sido un payaso. Ella cambió por supervivencia y aceptación propia, no porque un imbécil de turno le rompiera el corazón.

—No vine a joder —se apresuró a aclarar el muchacho al ver cómo su ex amiga tomaba el lápiz como si de una espada medieval se tratara—. Solo vine a darte esto.

Habiendo ganado esos segundos de vacilación de parte de Sinaí Ferreira, se apresuró a escarbar en su bolso mientras su mente ideaba a toda marcha un salvavidas para esa conversación, a sabiendas de que no tendría muchas más oportunidades para sacar la pata de la cagada monumental que había hecho.

—Ten —dijo pasando a la chica un sobre de papel doblado hasta crear un cuadrado de la mitad de su tamaño.

—¿Y esto es...?

—Tus fotos —respondió con la voz un poco más baja—. Nunca las vendí y dadas las circunstancias y los términos en los que estamos, no era justo que las conservara...

—Ya. Qué caballero. —expresó Sina con los ojos entornados y sin ningún tipo de ánimo. Con su delineado y el efecto del rímel, aquel gesto le quedaba como a una modelo dark aesthetic—. Te pago mañana el dinero que me diste por ellas.

Nerd: obsesión enfermiza [Libro 1 y 2, COMPLETOS] [Ya en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora