14: Las fotos

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(Si comentan mucho prometo traerles cuanto antes un capítulo de María seguido de uno de Sina con salseo con Axer).

Sinaí, miércoles en la mañana.

Falté al colegio, pero sabía que debía salir de mi casa para no levantar sospechas al respecto. Mi madre podría parecer muy desinteresada pero podía llegar a ser muy persuasiva.

En lugar de tomar el autobús que me dirigiría a la escuela, me subí a uno que me llevaría en la dirección contraria. El problema era que salir en horario de clases implicaba montarte en autobuses a rebosar de gente con olor a culo que salía a trabajar o a estudiar.

No conseguí asiento, ni siquiera espacio libre en el pasillo, quedé atrapada entre dos personas sujetas al pasamanos, uno de ellos era un hombre de mediana edad. Fui con su axila pegada a mi cara todo el camino. No sé cómo se las arreglaba esa gente para tener violín a las seis de la mañana, pero lo conseguían.

Unas cuadras antes de la papelería a donde me dirigía, le grité al chófer:

—¡Parada!

No me escuchó, no sabría decir si por el escándalo de tanta gente hablando a la vez en el autobús, o por el vallenato que tenía puesto a todo volumen en su equipo de sonido.

—¡Parada! —insistí más fuerte.

No solo seguía sin escuchar, sino que pasamos la papelería.

—¡PARADA!

—¡LLÉVALA PA' TU CASA, COÑÍSIMO DE TU MADRE!

Solo entonces se paró.

Bajé en la papelería a la que me dispuse a ir y antes de entrar mi mente comenzó a hacerme un millón de preguntas en bucle que me paralizaron al llenarme de una helada inseguridad.

¿Y si hay mucha gente? ¿Cómo haré para que la persona que esté atendiendo me preste atención?

¿Y si le gritó y no me oye, y luego todos se ríen de mí y me quedo parada como una estúpida pasando pena?

¿Y si voy a hablar y tartamudeo?

¿Y si, por los nervios, le digo buenas tardes en lugar de buenos días?

¿Y si me sucede como en el colegio, que le pedí la bendición a una profesora? ¿O como aquella vez que le dije papá al director?

Por suerte, al entrar a la tienda me conseguí con que estaba casi desierta. Tenían dos lindas muchachas atendiendo y solo había un viejito haciendo una consulta absurda.

Entonces, mi complejo cambió. Me concentré en las chicas.

Una de ellas tenía el cabello lacio recogido en una coleta de caballo y lentes cuadrados que le daban una apariencia intelectual pero a la vez muy sexy. La otra llevaba el cabello castaño suelto con sus ondas al natural, sin embargo el eyeliner que tenía y lo rizadas y oscuras que eran sus pestañas la hacían imposible de no mirar.

Ambas llevaban de uniforme una franela roja que resaltaba el volumen de sus pechos a pesar de estar cubiertos. Se veían muy pulcras y con las uñas arregladas.

Y yo: un desastre.

El cabello sin brillo, color ni forma; las uñas desastrosas ocultas dentro de los bolsillos de un suéter desteñido más grande que yo, las cejas unos arbustos y las orejas a la intemperie. Incluso preferí ponerme la capucha para que no se fijaran tanto en mi aspecto lamentable.

Cuando me acerqué a la chica que estaba libre, me aseguré de repetir varias veces en mi cabeza «es buenos días, es buenos días, es buenos días...»

Nerd: obsesión enfermiza [Libro 1 y 2, COMPLETOS] [Ya en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora