Sinaí
—¿Estás bien? —preguntó mi mamá quitándome la sábana para luego abrir las ventanas del cuarto. Me despertaba con ganas de estar muerta.
Ella llevaba su corto cabello alborotado, típico de sus días libres. No se le veía mal; al contrario, le daba carácter y sus mechas hacían el resto del trabajo para hacerla lucir atractiva. Por lo demás, llevaba puesta una camiseta de tirantes sin sostén y un pantalón de pijama.
—Tengo una resaca que no me deja vivir —gruñí mientras con esfuerzo me sentaba en la cama—, ¿cómo crees que estoy?
—Si es así, de puta madre.
Torcí los ojos y me volví a lanzar al colchón con la sábana encima. Ella volvió a insistir para despertarme. Cuando alcé la vista, me estaba tendiendo un vaso de agua y una pastilla.
—¿Y esto? —pregunté aceptando ambas cosas mientras a duras penas me sentaba en la cama.
La cabeza me dolía como si un elefante me hubiese bailado joropo encima.
—En la mesa hay una sopa, anda a comértela a ver si te regresa el alma.
—¿Me hiciste sopa?
Mi mamá soltó una carcajada en consecuencia a mi estupidez. Las líneas de expresión se le marcaban bastante mientras reía, pero jamás se veía tan hermosa como en esos momentos.
—Por supuesto que no, le pagué al vecino para que te hiciera una.
—Awww, eso es lo más dulce que alguien casi ha hecho por mí.
—Anda a comer, muévete, que si te mueres no tengo cómo pagar la urna.
La miré con los ojos entornados como el meme del perrito de «cuánta maldad hay en ti, de veras», pero de igual forma moví el culo porque necesitaba esa sopa más que la salvación de mi espíritu.
Mientras yo me sentaba a comer en la mesa central de la sala, mi mamá se lanzó en el sofá frente al televisor. No veía ningún programa, estaba inmersa en el vicio de su celular. Su otra mano escarbaba en una bolsa de Doritos que la muy traicionera no me ofreció, y sus piernas estaban cruzadas sobre la mesita del frente.
—Mamá.
—¿Humm? —musitó con un bocado de Doritos abarrotando sus cachetes.
—¿No me vas a ofrecer?
—Te ofrecí la vida, ¿qué más quieres?
—Yo no te pedí la vida.
—Y te agradecería que de igual forma no me pidieras Doritos.
Rodé los ojos y volví a mi sopa. Estaba demasiado buena, similar al soplo de vida que Dios transmitió a Adán y Eva el en la creación. Sentí cómo me volvían las ganas de vivir, el color a la piel y el oxígeno al cerebro. Tenía que contratar al vecino más seguido.
—¿Qué tal la rumba? —preguntó mi mamá desde el sofá.
—Bueno... Normal. —Me encogí de hombros.
—Normal las tetas de tu tía Elizabeth y le costaron mil quinientos dólares.
Traté de no atragantarme con la nueva cucharada de sopa que bajaba por mi garganta. Mi mamá a veces decía cosas con las que no sabía si reírme sería lo correcto o acarreante de un coñazo seguro.
Me aseguré de que mi siguiente mentira fuera menos ambigua, menos débil.
—Nada del otro mundo, mamá. Estuvo bien, me divertí.
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Nerd: obsesión enfermiza [Libro 1 y 2, COMPLETOS] [Ya en físico]
Mystery / ThrillerSinaí Ferreira no debió haber interferido en los secretos de los Frey; por desgracia, se obsesionó locamente con uno de ellos, y haría cualquier cosa para conseguirlo. Ruso. Peligrosamente atractivo. Un prodigio. Adicto a revivir personas. Axer Frey...