Sinaí Ferreira no debió haber interferido en los secretos de los Frey; por desgracia, se obsesionó locamente con uno de ellos, y haría cualquier cosa para conseguirlo.
Ruso. Peligrosamente atractivo. Un prodigio. Adicto a revivir personas. Axer Frey...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
INAÍ
Tenía demasiados interrogantes juntos ese día, pero había algo de lo que no dudaba: de mi debilidad. Quería demasiado al que ahora llamaba mi novio, pero las sensaciones que Axer despertaba en mí eran demasiado difíciles de ignorar, de resistir.
Lo especial que me sentí en sus brazos en medio de aquel auditorio lleno de gente importante que lo admiraba y evaluaba, no era normal.
Eso era la especial de Axer, que con él nada era convencional.
Cuando al fin me soltó, un montón de gente se acercó a él para indicarle lo que tenía que hacer a continuación. Le sugirieron que se marchara un momento para cambiarse y luego volver, pero antes de obedecerlos, Axer volvió a mí.
—Entonces... Sí viniste —me dijo con una sonrisa contenida, tomándome de ambas manos como a una doncella de los libros de época, donde cualquier roce de piel es una indiscreción.
—Claro que vine, me mandaste a buscar con tu chófer.
—Pudiste haber dicho que no.
Y debí hacerlo, ya que acababa de empezar una relación. Pero no había necesidad de mencionarlo en ese momento.
—Pude, pero siempre eres tan misterioso que... tenía curiosidad —expliqué, encogiendo los hombros.
Con una sonrisa soltó mis manos para ajustar la manta a su cuerpo. No quería imaginar el frío que debía tener... Tampoco quería imaginar las soluciones que inventó mi cerebro para que entrara en calor, pero hacía mucho que ya había perdido la batalla contra mis pensamientos.
—Imagino que ya empiezas a entender el porqué de tanto misterio —señaló Axer tiritando.
—De hecho, no entiendo un...
—Hola, bebé —canturreó Verónika, acercándose a donde estábamos. Puso una mano sobre mi hombro para luego dirigir la mirada a su presunto hermano.
—¿Qué haces tú aquí? —espetó él. Todo todo rastro de buen humor se había evaporado.
—Vine a ver a mi hermano en su momento triunfal. ¿No puedo?
Axer se volvió a mirarme, como si le aterrara que yo hubiese oído sus palabras. Parecía muy molesto porque Verónika lo llamara hermano delante de mí. ¿Cuánto más pretendía ocultarme ese hecho? ¿Qué ganaba con eso, aparte de ponerme celosa sin motivo?
—Le contaste —concluyó Axer con la mandíbula tensa.
—¿Algún problema? —inquirió Verónika con la cabeza ladeada—. Ya que nos estamos sincerando, no creí que hiciera daño...
—Era mi decisión cuándo decirle, no la tuya.
—Te equivocas. Era mi decisión cuándo dejar de participar en tu pantomima.