5: Ponte de rodillas

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La chica de tercero a la que había derramado el jugo en su libreta nueva venía de la mano de un estudiante que como mínimo debía estar en cuarto —basándome en su camisa beige—, y un segundo chico que rodeaba sus hombros con su brazo de forma prote...

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La chica de tercero a la que había derramado el jugo en su libreta nueva venía de la mano de un estudiante que como mínimo debía estar en cuarto —basándome en su camisa beige—, y un segundo chico que rodeaba sus hombros con su brazo de forma protectora. Habían otras dos chicas de camisa azul y un tercero que iba demasiado concentrado en su bolsa de Doritos como para estar consciente de por dónde caminaba.

La bonita del incidente me
reconoció enseguida y frenó en seco.

Quise dar la vuelta y fingir demencia, pero estaba demasiado concentrada en mi desgracia.

Ella frenó al chico que antes la rodeaba con el brazo. Era alto y delgado, con el mismo tono castaño en el cabello y un parecido evidente en sus ojos café. Incluso tenían la misma nariz y bronceado de piel. Tenían que ser parientes, y estaba dispuesta a apostar que eran hermanos.

—Mira —le dijo señalándome—. Es ella.

—¿Quién? —Su hermano alzó una ceja con verdadero desconcierto, intercalando miradas curiosas en mi dirección como si buscara reconocerme de algún lado—. No sé de qué hablas. No la conozco.

—Yo...

Quería disculparme, pero la pequeña conflictiva no quiso ni dejarme hablar.

—Es la tipa mayor que te dije, la que se metió conmigo y me jodió la libreta.

Hasta el chico que iba distraído con el Dorito dejó lo que hacía para no perderse ni un detalle del chisme. Las pupilas del presunto hermano se dilataron en comprensión y sus ojos se ensancharon hasta casi duplicar su tamaño. Lo que sea que le haya contado su hermana lo acababa de recordar y le ensombreció el rostro. Pasó un instante así, nublado con esa nueva oscuridad, hasta que una sonrisa inquietante se asomó por sus labios hasta instalarse un largo rato en ellos.

—Rebeca —le dijo a la otra chica de camisa azul—, asegúrate que mi hermana se vaya directo a casa. No se desvíen, lo sabré. Muchachos... —Los otros dos hombres en el grupo acudieron a su llamado, y él mismo dio unos pasos hacia mí hasta tomarme del brazo—. Nos vas a acompañar.

—Julio, déjala, no es para tan... —empezó su hermana con una expresión extraña en el resto, como si de pronto se hubiese arrepentido de todo. Pude notar hasta un matiz de miedo en sus pupilas.

—Tú cállate y vete a casa. Rebeca, llévatela te dije.

—Sí, sí.

La otra chica tomó a Rebeca y tiró de ella sin ser brusca, casi como si quisiera convencerla de avanzar por su propia voluntad. Lentamente, ambas se fueron alejando, aunque la que ocasionó todo dio una última mirada atrás apelando a la empatía de su hermano. Al ver que él ni siquiera la miraba, dijo:

—En serio, Julio. Déjalo así.

—Que te vayas.

Fue lo que hizo falta para convencerla. Ambas chicas siguieron su camino sin mirar atrás.

Nerd: obsesión enfermiza [Libro 1 y 2, COMPLETOS] [Ya en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora