Sinaí Ferreira no debió haber interferido en los secretos de los Frey; por desgracia, se obsesionó locamente con uno de ellos, y haría cualquier cosa para conseguirlo.
Ruso. Peligrosamente atractivo. Un prodigio. Adicto a revivir personas. Axer Frey...
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Este capítulo y mi alma a partir de ahora está fuertemente dedicado a Cecyygab2 por el webtoon que hizo de Nerd. Parte de este lo ven en la imagen de arriba. Estaré dejando una por capítulo a partir de ahora, pero si quieren verlo sin esperar a que actualice pueden ir a su Instagram o al mío.
Sinaí
—¿Qué te hizo? —interrogó María. Estábamos afuera del club, en el estacionamiento. Esperábamos a que su padre llegara a buscarnos, y mientras intentábamos evitar ser demasiado conscientes de que a nuestro alrededor había demasiada gente comiéndose, algunos a nada de quitarse la ropa e ir un paso más allá.
—No me...
Intenté hablar pero la cabeza me daba vueltas. Mi entorno de pronto era difuso y mis pasos erráticos. Era como estar dentro de una pecera llena de aceite que relentizaba mi universo. El alcohol hasta entonces no me había afectado, hasta ese punto, mismo en el que empecé a ser víctima del mareo y malestar que lo caracterizaban. Antes, todo había sido risas y subidones de alegría. Pude haber pasado la noche así, pero el mal trago con Julio lo torció todo.
—No me hizo nada —reafirmé tirándome de culo a la acera.
Mi amiga se lanzó a agarrarme, ayudándome para que me sentara mejor.
—¿Tienes algún ex?
Su pregunta me parecía demasiado surrealista. Tan confundida estuve al respecto que la dejé pasar, como si no hubiese sido conmigo, mientras ella apoyaba mi cabeza en su hombro y me acariciaba el cabello para tranquilizarme.
Al cabo de un rato, mi curiosidad pudo más que mi dignidad y le pregunté:
—¿Por qué preguntas?
—Porque si tienes un ex, preferiría que esta noche hubiese acabado contigo llorando por él en lugar de por lo que sea que te haya dicho Julio.
—No me... no me dijo nada —insistí arrastrando las palabras.
Intenté apartar mi cabeza de María, pero al enderezarme las luces a mi alrededor se mezclaron y sentí que el suelo debajo de mí se fundía en una amenaza de dejarme caer al vacío. Así que regresé mi cabeza al cobijo de mi amiga.
—Nadie llora así por nada —refutó ella, obstinada como nunca la había visto.
—Yo sí. Yo lloro por cualquier cosa, si me conocieras lo sabrías.
—En mi experiencia, el que llora por cualquier cosa no está llorando por lo que le está pasando al momento en que caen las lágrimas, sino por todo lo que hubo antes de eso.
—Yo...
—Puedes confiar en mí —atajó, apoyando su cabeza de lado sobre la mía, como si eso pudiera hacer menos humillante lo que estaba sucediendo para mí.