CAPÍTULO 23

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Sumiko corría todo lo que sus piernas daban, en cuanto recupero la vista se dirigió inmediatamente en donde se encontraba su madre; en cuanto llego miro con completo horror el cuerpo de esta en medio de un gran charco de sangre y con una inusual sonrisa dibujada en su pálido rostro.

El rostro de la peliburdea se llenó levemente de esperanza al escuchar el apenas audible respirar de la mayor, sin ni siquiera importarle manchar sus piernas del carmín liquido se hincó frente a ella para tratar de auxiliarla un poco.

A la chica se le cerró la garganta al ver la enorme herida en el abdomen de su madre, pero tuvo que reprimir cualquier indicio de querer llorar, tenía que curarla como a de lugar; colocó ambas manos sobre la herida para segundos después poco a poco liberada su reiki, pero detuvo el proceso al llegarle un aroma que inmediatamente pudo reconocer.

- ¡¿Qué carajos paso en este lugar?! – Exclamó una gruesa voz masculina.

- ¡Tío Rengoku! -

- ¡Por todos los cielos, Aneki! – Gritó con suma preocupación el recién llegado – Pero ¿Qué fue lo que te sucedió? -

Al igual que la ojirubí, Kyojuro se hincó en el otro lado de la ojidorada para después acariciar con delicadeza el frio rostro de la chica, miró a Sumiko con los ojos cristalinos, suplicándole como es que su amada hermana terminó de esa forma.

- Le prometo que le explicare todo más tarde Tío Rengoku -

- ¡Sumiko por favor! ¡Necesito saberlo ahora mismo! – Exigió con la voz quebrada y sin dejar de mirar a la Pilar.

- Por favor, la prioridad ahora es ella, déjeme que trate de curarla – Suplicó la menor con desesperación.

Kyojuro no quería dejar las cosas así, pero tenía que darle la razón a la peliburdea, la prioridad máxima era su hermana, para satisfacción de Sumiko vio como el rubio asentia de manera renuente.

La Mizunoto reanudo su labor mientras era observada por el Pilar, el cual estaba un poco sorprendido de que ella tuviera la misma habilidad de su hermana.

- Si no fuera porque se toda su historia, realmente creería que ella es la hija de Kagome-nee-san – Fue el pensamiento que cruzó por la mente del rubio al ver la tenue luz rojiza que emanaba de las manos de la ojirubí.

Para inquietud de Kyojuro el proceso de curación de su hermana lo sintió eterno, en cada par de minutos este revisaba el pulso de la Taisho para asegurarse de que aún estaba con vida.

Unos diez minutos después la joven comenzó a marearse, pero trato de sacar fuerza para continuar con la curación.

- Maldición, me estoy quedando sin energías – Un nuevo mareo volvió a aquejarla – Vamos Sumiko, trata de por lo menos cerrar por completo la lesión en su abdomen, trata de por lo menos cerrar por completo la lesión en su abdomen -

Parecía ser que el mantra de la chica había surtido efecto, Sumiko logró restaurar con éxito esa parte del daño que el cuerpo de su madre tenía, para ella fue algo complicado, ya que, aunque también contara con poderes espirituales no se comparaban ni por asomo a los que poseía la azabache.

Ya al borde de su límite, poco a poco el resplandor en sus manos iba desapareciendo, sonrió levemente al ver su trabajo para después perder el conocimiento; por suerte Rengoku pudo reaccionar rápido y evitar que esta se impactara con brusquedad en el suelo.

- Buen trabajo mi niña, ahora déjame el resto a mí – Agradeció con una leve sonrisa mientras acunaba a la menor.

Estaba por llamar a Ranga cuando un fuerte aleteo llamó por completo su atención, se giró para mirar a un cuervo Kagusagai encima del tren, intuyendo que se trataba del compañero de la peliburdea, ya que Kuro se encontraba en su casa.

HACIA UN NUEVO MAÑANA (FINALIZADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora