DOS MUNDOS II.

NADA ES IGUAL.

AVISO: no es que ya quiera acabar la historia o algo, solamente este capítulo está lleno de saltos en el tiempo para hacerlo menos pesado y poder avanzar con lo siguiente de la historia uwu (También una disculpa si algo no está correcto xdd).

De paso también quiero agradecer el apoyo de la historia y la paciencia que han brindado. Es claro que esta historia no "supera" a la primera parte, pero siempre en mis planes estuvo hacer dos partes y estoy contenta con el mucho o poco apoyo que tiene :3.

AVISO 2: Tengo preparado un One Shot Jelsa (aún no está terminado), pero la pregunta aquí es ¿Quieren que lo publique? Y si la respuesta es "Sí" ¿Gustan que les avise o lo dejo a la deriva y que pegue? xd.

Ya no jodo más y pasen al capítulo uwu.

Enar/Eidan. 

—A pesar de no encontrarse un papel que determine que sea su tutor legal, por el momento, resulta ser el más cercano para hacerse cargo del menor —una señora mencionó viendo a Jaime y entregándole algunos papeles— Servicio social buscará el acceso hacia las cuentas bancarias de la señora Erika para que pueda sustentar con ello los gastos que genere el menor ¿Tiene alguna duda?

—Todo quedó claro, gracias de verdad —Jaime agradeció— ¿Es todo?

—Sí, es todo. Si surge alguna duda o tiene algún inconveniente, no dude en marcarnos, estamos disponibles las 24 horas —aquella señora entregó una tarjeta de contacto—, que tengan buen día —tomó sus cosas y salió de la habitación. 

—Bien... ¿Quieres que traiga una silla de ruedas? —preguntó mirándome.

—Quiero caminar... gracias —bajé de la cama del hospital.

Salí de mi habitación y comencé a caminar al elevador. Al entrar, sentí rápidamente el silencio incómodo entre Jaime y yo. 

—Cuando lleguemos, iremos primero al hospital, terminaré los papeles del traslado de tu mamá y luego iremos a tu casa ¿Está bien? —contó el plan.

—Bien... —respondí en susurro. 

Después de un par de días, salimos del hospital y subimos a su auto. Él empezó a manejar camino a dónde la pesadilla había comenzado. Físicamente tenía mi brazo izquierdo inmovilizado y algunos rasguños y golpes que aún tardarían en desaparecer, mentalmente deseaba morirme.

—¿Quieres algo de música? —preguntó abriendo su Spotify.

—Nada de música... —dije rápidamente. 

—Pero te encanta la música —Jaime cuestionó extrañado.

—Solo con mi madre ponía música en al auto... ella no está aquí —puntualicé— nada de música...

—Está bien, si tu así lo quieres —Jaime cerró la aplicación y siguió manejando. 

(...)

—¿Seguro no quieres compañía, hermano? —escuché a Hiro en la pantalla de la computadora.

—Estoy bien, no quiero amargarte tu nochebuena —murmuré sin dejar de ver las costuras del inmovilizador. 

—No lo harás, no quiero que pases así las fiestas —insistió. 

—No harás que cambie de opinión, no quiero a nadie cerca y no lo tomes a mal, quiero estar solo —suspiré—, perdón que lo diga, pero tú sabes lo que es esto...